Los reyes de la ciudad
Durante más de diez años el Smart ha campado a sus anchas como rey absoluto de la ciudad. Ningún otro coche era tan práctico para el congestionado tráfico urbano como este simpático vehículo comercializado por Mercedes; pero desde hace unos meses Toyota ha querido retar al Smart con su nuevo IQ, un “minicoche” que utiliza las mismas armas que el modelo alemán pero, además, le añade dos asientos traseros con los que, eventualmente, puede acomodar a cuatro pasajeros. El Smart actual se presentó en primavera de 2007, momento en el que incrementó su longitud en 19 cm aunque conservó su configuración biplaza; mientras que el IQ es un modelo totalmente nuevo lanzado la pasada primavera.
Estamos ante los dos únicos coches del mercado cuya longitud no llega a los tres metros, de modo que con ellos es posible dar la vuelta o aparcar casi en cualquier sitio. Son ágiles y prácticos para el día a día, y, dependiendo del nivel de acabados o los extras elegidos, pueden venir casi tan completos como un verdadero coche de lujo. Parecen pues la solución ideal para la ciudad, y lo son, pero para acceder a ellos hay que desembolsar una considerable cantidad de dinero que nos hace dudar sobre la conveniencia de su compra. El Smart está disponible desde 9.650 euros y el Toyota IQ desde 12.500 euros.
Se trata de precios altos, sobretodo en el caso del Toyota IQ. Cierto es que ambos coches se consideran muy “chic”, como lo pueda ser un Fiat 500 o un Mini; pero también es cierto que hay otros pequeños utilitarios que ofrecen algo similar por menos dinero, como por ejemplo los Chevrolet Spark, Citroen C1, Ford Ka, Hyundai i10, Kia Picanto, Nissan Pixo, Peugeot 107, Renault Twingo o el propio Toyota Aygo.
Para esta comparativa hemos tomado las versiones más próximas entre sí. En la gama Smart todos son automáticos, por lo que en la IQ hemos elegido el cambio Multidrive. Por motores nos hemos decantado por los gasolina de tres cilindros y un litro de cubicaje, con 69 cv en el IQ y 71 cv en el Smart. En cuanto al equipamiento del Smart hemos seleccionado la línea Passion, la más completa, mientras que el Toyota automático viene obligatoriamente asociado al nivel IQ2, muy equipado ya de serie. Así las cosas, enfrentamos al Toyota IQ2 1.0 Multidrive (14.950 €) contra el Smart Fortwo 52 MHD Passion (11.998 €). No obstante, nuestra unidad de pruebas del Toyota IQ añadía una serie de extras, entre los que figuraba el navegador, que encarecen el precio hasta los 16.900 €.
En los próximos apartados analizaremos en profundidad lo que ofrece uno y otro, pero para dar un avance podemos decir que el Smart (2,69 metros) sigue siendo más efectivo en ciudad, y que el IQ (2,98 metros) sorprende por su facilidad y seguridad para circular por carretera a velocidades en torno a los 120 km/h o incluso más. En consumos el Smart es mucho más eficiente (en los datos oficiales apenas hay diferencia, pero en la realidad el IQ consume bastante más), pero por el contrario el Toyota es capaz de acomodar a cuatro personas; algo imposible en el biplaza alemán. Toyota ha lanzado un verdadero “jaque al rey”, pero, como veremos a continuación, la jugada no ha salido como para presentar un “jaque mate”.
Acabados lujosos
Nuestros dos contendientes tienen en común que sus carrocerías son las únicas del mercado con una longitud inferior a tres metros, 2,69 metros el Smart Fortwo y 2,98 metros el Toyota IQ; pero aquí acaban las similitudes. Por fuera, además de esa mayor longitud del japonés, en el IQ se percibe una anchura mayor y una altura algo menor. De hecho, mientras que el IQ mide 1,68 metros de ancho (una cifra similar a la de cualquier coche urbano), el Smart se desmarca con sus escasos 1,56 metros, una cota que le facilita algunas maniobras pero que le penaliza en habitabilidad. Por altura el japonés también declara una cifra muy convencional (1,50 metros), mientras que el Smart ya es algo más alto de lo normal (1,54 metros).
Tampoco se parecen en su configuración de habitáculo, pues mientras el Smart es un biplaza con un considerable maletero de 220 litros, el IQ tiene cuatro asientos, de los cuales, debido a su ubicación, en el trasero derecho cabe un adulto y en trasero izquierdo sólo un niño. Con las cuatro plazas utilizables (que para trayectos cortos de ciudad también pueden ser utilizadas por cuatro adultos si estos no son muy corpulentos), el maletero es prácticamente inexistente, con 32 litros de capacidad. Ahora bien, abatiendo la fila trasera ya sí caben maletas y algún que otro objeto más voluminoso.
Sentados en las plazas delanteras del Smart vamos en una posición bastante elevada, que aporta un plus de visibilidad, pero su estrechez nos limita el espacio para los codos. En el IQ la sensación en las plazas delanteras es idéntica a la que podemos tener en un utilitario más grande, ya que por anchura y espacio va bien servido. Eso sí, no tiene guantera, sino una bolsa tipo carpeta en su lugar. En cuanto al diseño del salpicadero, ambos son originales y bien rematados, aunque más completo el del IQ, sobretodo si lo seleccionamos con extras como el navegador de nuestra unidad de pruebas.
En lo que a equipamientos se refiere el Toyota IQ solo ofrece una opción para cada versión, la básica o la “IQ2”, las cuales son muy completas para su categoría. Mientras que para el 1.0 manual se ha pensado en un equipamiento con todo lo imprescindible, para el resto de versiones, a las que Toyota denomina “IQ2”, se añaden elementos muy cuidados y pertenecientes a segmentos superiores. Este nivel de acabados cuenta con airbags por todos los lados, incluidos el de rodillas para el conductor y uno inédito de cortina en la luneta trasera; control de estabilidad VSC; llantas de aleación de 15 pulgadas; sensores de lluvia y luz; climatizador; volante de cuero con mandos de audio; asientos calefactados; o tapicería mixta tela/cuero como elementos más destacados. Y como extras principales, nuestro coche de pruebas llevaba el navegador con bluetooth y toma USB (900 euros).
Para acercarnos al Toyota IQ2 en terminaciones y equipamiento, en la gama Smart tuvimos que recurrir a la línea Passion, que se sitúa por encima de los Pure y Pulse, e incorpora de serie el control de estabilidad, los airbags frontales, el aire acondicionado, las llantas de aleación de 15 pulgadas, el volante de cuero o el techo panorámico. Se trata del Fortwo más equipado –salvo el deportivo Brabus disponible con el motor de 98 cv- pero ante el equipadísimo Toyota IQ no puede batirle, ya que el japonés aventaja al Smart en varios elementos de importancia. Eso sí, los airbags de cabeza-tórax, los sensores de lluvia y luz, la tapicería mixta de cuero o los asientos calefactables pueden solicitarse como extras, y aún con todos ellos, el Smart Passion sigue siendo sustancialmente más económico que el IQ2, pues los 3.000 euros de diferencia no se reducen ni a la mitad.
Comportamientos diferentes
Si en el apartado anterior, el de su carrocería y equipamiento, encontramos diferencias notables entre un vehículo y otro, ahora vamos a ver como en materia de comportamiento dinámico las grandes diferencias continúan. Cierto es que ambos modelos recurren a motores gasolina 1.0 de tres cilindros y una potencia similar asociados a cajas automáticas, pero en la práctica veremos como sus reacciones son muy diferentes.
Al arrancar el motor (en el Smart con llave y en el IQ mediante botón) ya aparecen las primeras diferencias. Ninguno de los dos coches suena muy bien (algo normal al tratarse de motores de tres cilindros), pero en el alemán el sonido es menos desagradable y, al llevar de serie el sistema Start/Stop, el coche se para automáticamente en los semáforos y desaparecen totalmente los ruidos y las vibraciones. En el japonés, al no llevar este sistema (sí lo lleva el IQ 1.33), al ralentí escuchamos su característico sonido de tres cilindros acompañado de algunas vibraciones.
En cuanto a su empuje, el peso y el cambio de marchas marcan las diferencias. El Smart 52 MHD pesa 750 kilos y el IQ 1.0 Multidrive da en la báscula 895 kilos; mientras que la caja de cambios es de variador continuo en el japonés y automático automatizado Softouch de 5 velocidades en esta versión Passion de Smart. En la práctica, a la hora de salir con brío de un semáforo, en los primeros compases el Fortwo sale más rápido gracias a su ligero peso, pero poco a poco, y debido a la lentitud en el paso de una marcha a otra del cambio Softouch, el IQ, con su suave y eficaz cambio de marchas, le alcanza y le supera. Ya en la autovía, mientras el Smart 52 se “atasca” en 120 km/h y le cuesta mucho sobrepasar este umbral (velocidad máxima declarada: 145 km/h), el IQ se pone sin problemas a 140 km/h y los mantiene con gran facilidad (velocidad máxima declarada: 150 km/h).
Pero no sólo es que de nuestros dos modelos de pruebas el Toyota IQ corriese más, sino que a estas velocidades de autovía el coqueto japonés va mejor, pues en confianza y comodidad no tiene nada que envidiar a los utilitarios más grandes. Está muy bien insonorizado, su dirección es precisa y la puesta a punto de las suspensiones muy adecuada para brindar unas reacciones cómodas y seguras. El Smart no va nada mal a 120 km/h, pero se percibe claramente que su hábitat natural es la ciudad y que en carretera no se encuentra tan a gusto. Le penaliza su eje rígido trasero y su menor batalla y anchura de vías, de modo que no transmite tanta confianza y es más incomodo. En definitiva, que por carretera el Smart alcanza el aprobado y se desenvuelve sin complejos, pero la nota del Toyota es sorprendentemente elevada para lo que podíamos imaginar al ver el reducido tamaño del coche.
Pero al volver a la ciudad, parar en los semáforos, arrancar con brío, y volver a parar; podemos ojear el ordenador de viaje del pequeño IQ y ver como el consumo medio declarado se ha multiplicado. Todos los coches homologan sus consumos en unas condiciones ideales, las cuales casi nunca se dan en el día a día y, por tanto, todos los coches, en la práctica, gastan algo más de lo que declaran. Pero mientras que el Smart se beneficia de su ligero y sistema de arranque y parada automático, y arroja unas medias de consumo bajas, el Toyota incrementa demasiado su cifra homologada (4,7 l/100 km), tanto que se puede llegar a doblar si nos excedemos un poco con el pedal del acelerador. Así las cosas, para quien valore especialmente el tema de los consumos, tendrá en el Smart un resultado mucho más satisfactorio que con el Toyota.
En definitiva, dos coches que son rivales directos entre sí, pero que hacen gala de unas virtudes y defectos muy diferentes. El Toyota IQ2 1.0 Multidrive es mejor en carretera y viene con un habitáculo más cómodo y cuidado; pero el Smart sigue siendo el rey de la ciudad, con su ligereza, sus bajos consumos y su capacidad para aparcar casi en cualquier sitio.