Un total de 31 pilotos españoles participan este año en el Dakar, diez menos que en 2012. Dejando de lado los que vienen con equipos profesionales a competir en serio, los aficionados aparecen con cuentagotas.
Sin una marca oficial que les cubra las espaldas, sus opciones pasan por poner dinero de su bolsillo y por la búsqueda de patrocinadores, algo que ahora mismo es una quimera.
‘Lo más difícil es reunir dinero. Y no digo todo, sino una parte importante, porque al final siempre terminas poniendo de tu bolsillo’, relata a Efe el piloto de motos David Serra.
Correr el Dakar es caro, muy caro. Solo la inscripción cuesta ya 15.000 euros. A esto hay que añadir la asistencia en carrera, la moto, los viajes y la preparación. En total, para llegar en condiciones, sale por unos 60.000 euros.
Esto es lo que deben pagar para surcar las dunas del desierto latinoamericano muchos pilotos amateurs, que representan cerca del 80 por ciento de los más de 400 corredores inscritos.
David Serra, de 43 años, es un constructor de Lleida. Éste es su segundo Dakar -el año pasado abandonó por problemas mecánicos el segundo día- y considera que ha tenido suerte con los patrocinadores.
‘La Diputación de Lleida, el ayuntamiento y empresas de cerca de mi pueblo relacionadas con la agricultura me han ayudado y he podido venir’, cuenta.
Pese a estos acuerdos y a la buena voluntad de amigos y conocidos, ha tenido que pagar con su dinero cerca del 30 por ciento de los gastos totales.
Un esfuerzo gigantesco que alcanza tintes dramáticos si se tiene en cuenta que el sector de la construcción ha sido uno de los más golpeados por las turbulencias financieras en España.
‘Como la construcción va tan bien en España he tenido tiempo para dedicarme a entrenar’, comenta con sorna.
Está convencido, además, de que todo el esfuerzo ha valido la pena si consigue llegar a Santiago de Chile.
‘Espero poder terminar este Dakar. Si lo hago, ya habré cumplido el sueño y la ilusión que he tenido toda la vida’, señala.
Si completa la hazaña, ve muy lejos la posibilidad de regresar al rally más duro del mundo. No solo por un tema económico, sino por la preparación física que requiere.
‘Siendo amateur tienes que dedicarle casi tanto tiempo como si fueras profesional. Hay que entrenar muchísimo’, dice.
Más rocambolesca es, si cabe, la historia de Alex Busquets, un motorista de 36 años oriundo de Tarragona que corre su primer Dakar.
Tal y como hizo David Serra, Busquets acudió al ayuntamiento y a las empresas de la zona, pero chocó con los recortes y la crudeza de la crisis.
‘En Tarragona, el ayuntamiento no tiene dinero y las empresas también pasan un momento difícil. He llamado a muchas puertas pero no ha habido manera’, explica a Efe.
Busquets no bajó los brazos y se puso manos a la obra. Echó mano de sus ahorros -llevaba guardando dinero para el Dakar desde 2008-, hizo correr la voz entre los amigos y pidió un crédito bancario. Todo para cumplir un sueño.
‘Es mucho dinero, pero es como el que hace la vuelta al mundo o se compra un coche. Cada uno tiene sus sueños y sus caprichos, y mi sueño era este’, asevera.
Este catalán tiró de ingenio y contó con la inestimable ayuda de sus amigos. Para empezar, su principal patrocinador es un buen colega suyo.
Hizo camisetas publicitarias y sus amigos lo ayudaron a venderlas. Otros, le dieron una aportación económica directa y otro le prestó una discoteca para organizar una fiesta para recaudar fondos.
‘He quedado alucinado porque los amigos han respondido muy bien’, dice, orgulloso.
Tiene una tienda de motos que también le ha permitido aprovechar los contactos con marcas de material para conseguir la ropa de piloto y los neumáticos a un precio de ganga.
Su objetivo en el Dakar está claro: finalizar la carrera y disfrutar de esta experiencia única.
‘Lo más importante es pasarlo bien y vivir la experiencia, que es algo que quizás solo se hace una vez en la vida’, señala.
En el horizonte planea la idea de regresar algún día, aunque eso todavía queda lejos.
‘Si se activa la economía, como dice Rajoy que pasará en 2013… quién sabe’, dice con socarronería.