En un mundo sin caprichos pocos coches brillan tan radiantemente como el Skoda Yeti, práctico, polivalente, con cierto encanto. Y en 2009, cuando debutó, también original. Ahora, un lustro después, la fórmula ha sido copiada y la competencia es feroz. Hay cerca de una decena de modelos que bien podrían ser una alternativa de compra por dimensiones, precio y posibilidades de equipamiento a este Yeti, que a finales de 2013 se renovó ligeramente, con una versión con maquillaje campero denominada Outdoor que hoy probamos en Autocity.
a favor- Espacio y modularidad interior- Comportamiento polivalente- Prestaciones y consumoen contra- Posición del pomo del cambio- Empuje a bajo régimen- Diseños conservadores
Los crossover más modernos Nissan Juke, Renault Captur, Ford EcoSport, Peugeot 2008 o Citroën C4 Cactus o los venideros Fiat 500X o Suzuki Vitara se quedan un peldaño por debajo del Yeti. En general, se puede hablar de un Yeti más SUV que todos estos. Apto para una conducción fuera de asfalto (por su mayor altura libre y por la opción de la tracción 4×4 que no todos los modelos mencionados pueden montar), con motores más potentes y de mejor rendimiento (hasta 170 cv diésel) y sobre todo con capacidades interiores que lo consagran como un perfecto primer coche familiar, más en la línea de los Chevrolet Trax, Suzuki S-Cross y Opel Mokka.
La unidad de prueba nos reafirma más en todo lo dicho. Es un Yeti muy lógico, diésel 2.0 TDI de 140 cv de potencia, cambio manual de seis velocidades y tracción delantera. Sobre el acabado tope de gama Elegance, la versión Outdoor supone un sobrecoste de 200 euros. El precio base de nuestro Yeti es 23.995 euros. Esta misma unidad con la tracción 4×4 y cambio automático DSG de seis relaciones se dispara hasta los 28.752 €. Por su parte, el TDI de 170 cv (diferencia de potencia que en la realidad no es muy apreciable) sólo puede combinarse con la tracción 4×4 lo que con el acabado Elegance dispara la factura hasta los 28.455 €.
La combinación Outdoor-Elegance dota a nuestro Yeti de una apariencia exterior más atractiva (LED diurnos y protecciones y molduras off-road) y un habitáculo más refinado (asientos de cuero, acceso y arranque sin llave, navegador sobre una pantalla de 5 pulgadas, cámara trasera o climatizador bizona, todo de serie). En general, el interior está bien terminado, alejado de los diseños barrocos de algunos modelos más modernos. Destaca por una excelente organización de mandos, una instrumentación sencilla y de fácil lectura y unos plásticos blandos en zonas visibles de buena factura. El interior está bien terminado, alejado de los diseños barrocos de algunos modelos más modernos
Sobre su carrocería de 4,22 metros de largo y 1,79 m de ancho, el Yeti ofrece una notable altura de 1,69 m, configurando una especie de caja rectangular que, además de simpático por fuera, lo hace muy habitable por dentro. Las cinco plazas interiores disfrutan de una altura considerable para un coche de estas dimensiones. La posición de conducción -volante con doble regulación- es confortable y permite tener un dominio absoluto del perímetro, con una correcta visibilidad en todos los ángulos. Por su parte las plazas traseras son independientes, siendo todas reclinables, abatibles y extraíbles, y además las dos laterales modulables en longitud (14 centímetros). Esta modularidad se completa con un generoso maletero de 405 litros de capacidad (510 l con los asientos traseros adelantados y 1.580 l con éstos abatidos), soluciones como ganchos, redes o elementos de distribución de la carga, o un suelo reversible (textil o goma) muy útil para realizar excursiones por caminos.
La mecánica turbodiésel 2.0 TDI de 140 cv de potencia y 320 Nm de par motor ofrece unos buenos valores prestacionales, 193 km/h de velocidad máxima y 9,7 segundos de 0-100 km/h, y además su consumo combinado de 5,1 litros/100 km (sobre los 6 l en una conducción real) lo transforman en un maratoniano. Con un generoso depósito de 60 litros y renunciando al sobrepeso de la tracción 4×4, la autonomía puede rondar los 1.000 kilómetros en una conducción en carretera abierta a velocidades de 120-140 km/h. Gracias a una sexta marcha de desahogo, el régimen de giro del motor baja a 1.800 rpm, encontrando respuesta sin necesidad de reducir a la par que asegura un consumo muy bajo. Por debajo de ese régimen, la respuesta es casi vacía y estira con suficiencia hasta sobrepasar las 4.000 rpm.
Seguramente, las opciones de gasolina (más económicas) combinadas con el cambio automático DSG como la que probamos hace cuatro meses en Autocity (1.2 TSI de 105 cv) sean más recomendables si no vamos a salir demasiado a carretera y si nuestro tipo de conducción no es muy agresivo. El diésel de 140 cv, sin embargo, es más satisfactorio para un uso más polivalente, que además presume de una sonoridad mecánica y un funcionamiento general bastante suave.Este diésel de 140 cv permite un uso más amplio que las versiones de gasolina
A este confort ayuda una suspensión amable que tiene una alta capacidad de absorción de irregularidades del asfalto. El pomo del cambio manual apenas ofrece holguras, aunque si regulamos el asiento en una posición alta queda algo a desmano. Y la dirección tiene un tacto muy agradable, siendo fácil de guiar el Yeti en cualquier circunstancia. E incluso rizando el rizo, nos encontramos con un coche estable tanto en recta como en curva para la altura y peso (1,5 toneladas) de su carrocería. Y sí, como buen SUV -y no crossover que es- su mayor altura libre al suelo y las protecciones en todo su perímetro lo dotan de más garantías que la mayoría de sus rivales fuera de asfalto.
La suspensión filtra muy bien las irregularidades