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Atrevido coupé de lineas futristas, el Crossfire de Chrysler es una especie de Schwarzenegger de metal, un genuino americano de apariencia que en realidad habla alemán, con una mecánica rocedente del antiguo SLK, lo que garantiza buen funcionamiento pero no necesariamente la efectividad de otros competidores europeos y japoneses de similares características, presentándose como la apuesta más deportiva de la firma estadounidense