Brasil, el taller de restauración de los apasionados europeos de las Kombis
Mientras en Europa la Kombi dejó de producirse a finales de la década de los 70, en Brasil, donde se fabricarán hasta el próximo 31 de diciembre, el uso de este modelo sigue siendo habitual en el asfalto, lo que ha llevado a que muchos de sus amantes europeos se vean obligados a cruzar el charco en busca de un ejemplar.
Con veinte años de experiencia a sus espaldas, más de un centenar de Kombis reparadas y una gran pasión por su trabajo, el brasileño Alexandre Rizzo guarda en su garaje alrededor de quince furgonetas rescatadas del olvido y que ahora esperan ser restauradas para viajar hasta Europa.
‘El reconocimiento de una Kombi en Europa es mucho mayor que en Brasil. Allí puedes comprar un Ferrari si quieres, pero no una Kombi, por eso tiene tanto valor’, declaró a Efe Rizzo, quien opinó que ‘más que una pasión’ por parte de los europeos hay un deseo de querer ‘sobresalir y destacar por encima de los demás’.
En su taller principal, situado en un humilde barrio de la zona oeste de Sao Paulo, Rizzo, con la ayuda de su mujer y dos trabajadores, restaura una a una las piezas de las Kombis, un proceso que suele tardar entre dos y seis meses, dependiendo del estado en el que se encuentre la furgoneta y las exigencias de su cliente.
Las cuatro Kombis que está reparando ahora, todas ellas con matrícula anterior a 1975, tienen como destino Alemania, Francia e Italia, donde se encuentran el 90 por ciento de sus clientes, la mayoría con ‘alto poder adquisitivo’, un perfil diferenciado al del comprador brasileño, manifestó.
La dedicación que requiere cada vehículo y el aumento del número de pedidos procedentes de Europa han llevado a Rizzo a tener una lista de espera de hasta un año, y por eso él prefiere dejar el ‘asunto’ de los precios para hablarlo directamente con sus clientes.
A pesar de ello, de momento no se plantea ampliar el negocio, ya que, según explicó, prefiere poder seguir dedicándose a su familia y apostando por la ‘calidad’ y ‘exclusividad de su servicios’ a elevar sus ingresos.
‘Soy un apasionado con lo que hago. Más allá del dinero, para mí esto es una pasión. Hay una convivencia con la restauración, pieza a pieza. Prefiero el trabajo artesanal al industrial’, destacó.
De las más de cien Kombis que ha restaurado, Rizzo recuerda con especial nostalgia el trabajo con una antigua ambulancia de doble techo a la que, durante nueve meses, cambió una a una todas sus piezas.
La ambulancia, un ‘capricho personal’ del propio Rizzo, acabó en manos de un empresario que ofreció un ‘alto precio’ por ella.
‘Comercialmente era importante para mi, pero sentimentalmente fue muy triste. No sé si voy a sustituir algún día esta furgoneta’, se lamentó.
Aunque los pedidos llegan esencialmente de Europa, donde comprar un Kombi es una tarea difícil, Rizzo confió en que el anuncio del fin de producción en Brasil, última fábrica en mantener encendidos los motores de este modelo, aumentará la demanda de los brasileños.
‘Antes de la noticia del fin de la producción la demanda ya era alta en Europa. Pero cuando se deje de producir aquí aumentará el interés de las personas en Brasil, aumentará su demanda y por tanto su valor’, pronosticó.
Entre el aumento de pedidos y el anuncio del fin de la producción mundial de Kombis, Rizzo prepara ya su próximo proyecto: crear una línea de restauración de estética ‘surfista’ y ‘hippie’, una idea que ya definió con la reparación de una furgoneta totalmente rosa destinada a venta ambulante.