Hoy pasamos revista a una de las berlinas más consolidadas del mercado, el Peugeot 508. Concretamente, al cierre de 2014, el modelo francés se situaba en una meritoria sexta plaza dentro del segmento D, únicamente superado por Volkswagen Passat, Opel Insignia, Skoda Octavia (generalistas), BMW Serie 3 y Mercedes Clase C (premium), cinco de sus principales alternativas, junto a Ford Mondeo (que acaba de estrenar generación) y Citroën C5 (con el que comparte bastidor).
Hoy nos centramos en la variante de cuatro puertas -también hay una familiar (SW) y una de estilo campero (RXH)-, que a grandes rasgos no es muy diferente del 508 que comenzó a venderse a finales de 2010, sustituyendo al 407. Frente a las generaciones de nuevo cuño de sus rivales, Peugeot se inclina por una puesta al día poco emocionante pero sí muy bien ejecutada, con pocas tachas, y un refinamiento de funcionamiento e imagen -el emblema del ‘león’ regresa a la parrilla frontal- acorde con las exigencias de la categoría.
Concretamente, el 508 que pasó por el garaje de Autocity correspondía al nuevo motor diésel 2.0 BlueHDi 150 -cumple con la norma Euro6-, únicamente combinable con el acabado más alto ‘Allure’. En el precio base, de 30.770 euros, se incluye un equipamiento de serie abundante, con elementos que en otros modelos son opcionales: acceso y arranque sin llave, navegador, Head-Up Display… Además, nuestra unidad de prueba contaba con algunas de las novedades más importantes presentadas con el restyling, como son, los faros integrales de LED, la cámara trasera o el detector de ángulo muerto (aunque todavía sin otras tecnologías en materia de seguridad activa que ya poseen adversarios generalistas).
a favor- Consumo y prestaciones- Agilidad dinámica- Calidad interioren contra- Tamaño de guanteras- Maletero escueto- Capacidad para maniobrar
Reconocible de esquina a esquina, el nuevo 508 de cuatro puertas es un sedán de 4,83 metros de longitud y un maletero algo escueto, 473 litros, para lo que se estila en la categoría. Es decir, sus dimensiones exteriores y sus cotas interiores no varían, siendo un coche apto para cuatro ocupantes, con pocas posibilidades para un quinto -estrecha y dura plaza central- y con algunas desventajas en la zona delantera para acomodarse, por el escaso espacio para depositar objetos y por la organización de algunos de sus mandos. En el primer caso, ni siquiera la apuesta por el freno electromecánico sirve para ganar un hueco generoso en el túnel central; en lo segundo, resulta rara la situación del botón para encender el asistente de luz de carretera -en el plano horizontal de la consola, junto a la calefacción de los asientos- y el de regulación del Head-Up Diplay -escondido en una guantera a la izquierda del bloque de dirección-.
Por lo demás, el 508 es un coche bien terminado, con una sensación de calidad general alta y una agilidad poco común en su segmento. Es una berlina cómoda para viajar, aunque no tanto como el C5, que en los acabados más altos cuenta con suspensión neumática. La berlina de Peugeot es un coche en el que la rugosidad del asfalto se deja notar más en el habitáculo, aunque no con la suficiente intensidad como para catalogarlo de molesto. Más perceptible es la aspereza de motor diésel, aunque a velocidades sostenidas resulte más sigiloso.
Sin ser incómodo, la suspensión calca en exceso las rugosidades del asfalto
Sin ser incómodo, la suspensión calca en exceso las rugosidades del asfalto
Una de las particularidades técnicas del 508 es que todavía cuenta con asistencia hidráulica para la dirección. En la práctica se traduce en una pizca de dureza que, junto a ese punto de firmeza de la suspensión, permite realizar una conducción bastante ágil, incluso cambiando de apoyo con la rapidez de coches de menor tamaño. Esta característica se vuelve en su contra a la hora de maniobrar a baja velocidad, donde la resistencia de la dirección tiene que ser vencida por un mayor esfuerzo del propio conductor. Tampoco juega a su favor lo poco que gira, necesitando en espacios justos realizar varias maniobras.La dirección hidráulica permite realizar una conducción bastante ágil y precisa
Asociado al cambio manual de seis velocidades, el motor turbodiésel de dos litros de cilindrada y 150 cv de potencia es impecable por prestaciones, rango de respuesta y sobre todo consumos. La mejora respecto al 2.0 HDi 140 es muy plausible. Acelera de 0 a 100 en 8,9 segundos y alcanza una velocidad máxima de 210 km/h. Más allá de los números, nos ha llamado la atención la inmediatez entre pisar el acelerador y que el 508 2.0 BlueHDi 150 gane velocidad. Incluso en sexta velocidad -que suele ser de deshago-, el 508 circula a un régimen bajo de revoluciones y responde igualmente bien, sin necesidad de reducir.
La otra gran noticia es el consumo. Ayudado por su peso pluma (1.575 kg, algunos compactos pesan más), este 508 BlueHDi 150 anuncia 4,2 l/100 km, y os podemos asegurar que la cifra real difícilmente superará los 5,5 l/100 km, sobre todo en una utilización frecuente por autovía, como fue nuestro caso. El Opel Insignia 2.0 ecoFLEX consumía una cifra muy similar, pero a costa de unas prestaciones empobrecidas. El Mazda 6 2.2 Skyactiv-D de 150 cv es, entre las berlinas generalistas, de las pocas opciones que pueden hacer sombra al 508 2.0 BlueHDi 150 en cuanto a relación prestaciones-consumos.