Mitsubishi Lancer Sportback
De estética extrema, temperamental, sin atisbo de rasgos burgueses, irrumpe el Mitsubishi Lancer Sportback, la versión de cinco puertas de una de las sagas más carismáticas entre los coches con ADN de competición. Al margen de gustos y tendencias, sin sospechar de él porque se haya incluido esta carrocería con portón, este Lancer brilla por su enorme versatilidad gracias a sus 4,58 metros de longitud. Estamos ante un modelo de medidas similares al Lancia Delta (4,52 m) y notablemente superiores a las de los compactos más grandes del mercado, Mazda3 (4,46 m) o Subaru Impreza (4,41 m), acercándose por tamaño y comportamiento a las berlinas más recortadas, como por ejemplo el Skoda Octavia (4,57 m).
a favorRelación prestaciones/consumoInterior ergonómicoHabitabilidaden contraMaletero penalizadoHabitáculo espartanoRuidoso a bajas revoluciones
La carrocería de este Sportback es más práctica que la del Sports Sedan. No tiene una gama de motores demasiado amplia, ya que únicamente incluye un propulsor diésel (el 2.0 DI-D de nuestra unidad de prueba) y dos gasolina (1.5 MIVEC de 109 CV y 1.8 MIVEC de 143 CV), pero el equipamiento no está nada alejado que lo que ofrecen sus competidores europeos, ya saben: Volkswagen Golf, Opel Astra, Renault Megane o Seat León. Además de lo práctico, versátil y amplio que resulta, dos son las bazas que pueden atraer a mucho público: uno, lo poco que se ve, no será este Lancer un superventas; y dos, su precio sumamente competitivo, 25.400 euros en el acabado tope de gama, el Instyle.
Comercializado en España desde septiembre de 2008, este Lancer de cinco puertas arrastra una línea aparente, de cierta seducción. Quizá echamos de menos cositas extras que en un compacto alemán no faltarían, aunque siempre encarecen, y de qué manera, el precio final de la compra. En comparación con el Lancer de cuatro puertas el precio de éste es 800 euros superior al de nuestra unidad de pruebas. Siendo uno de los compactos más brillantes en cuanto a relación consumo/prestaciones, ya que hereda el propulsor diésel del grupo VAG de dos litros con turbocompresor y alimentación por inyector-bomba, el Lancer nos transfiere en todo momento su espíritu de coche aguerrido, con instinto, tanto por su comportamiento dinámico como por una eslora perfilada hasta el último milímetro, para convertirle en una de las unidades mejor resueltas a nivel aerodinámico. Su mayor lastre es su rumorosidad, sobre todo a bajas vueltas. El Prototype-S en el Salón del Automóvil de Ginebra de 2008 supuso su nacimiento, dos años más tarde concluimos: la puesta en marcha de esta unidad tan polivalente, sin perder el ápice de la deportividad de Mitsubishi, ha sido un tremendo acierto por parte de la marca de los diamantes.
Agresivo por fuera; templado por dentro
Con la carrocería teñida de rojo eléctrico, su figura transmite una fuerza aún mayor. De coche robusto, pertrechado de retoques estéticos al más puro estilo de una máquina de rallys, irrumpe un Lancer esculpido para ganarse al público que busque apariencia deportiva. Sus formas son agresivas. Recuerda a un tiburón hambriento, enfadado. Todo surge en un frontal afilado y achatado, con una línea de capó sensiblemente más baja de lo normal, con una parrilla de nido de abeja y bordeada por una tira de color plata a la que Mitsubishi ha denominado Jet-Fighter, inspirada en el Lancer Evolution, el ogro de la película, y unos faros rasgados que acentúan toda esta puesta en escena. Con una línea de cintura más bien templada, con ningún trazo de pincel fino, en este Lancer nos ha asombrado la originalidad de la zaga, en la que la luneta delantera, culminada con un deportivo alerón y notablemente inclinada, rompe súbitamente su trayecto alcanzando un portón abultado y recto. Más abajo encontramos un paragolpes inferior de nuevo diseño, con unas estrechas luces antiniebla y la luz de freno central de forma rectangular. Las ópticas traseras siguen un diseño similar, invadiendo buena parte del portón.
Ergonómico y habitable son los dos adjetivos que mejor resumen la vida a bordo en este Lancer, donde nos encontraremos un habitáculo en el que predominan las tonalidades oscuras y los plásticos duros, de buena presencia y excelente tacto. En todo momento pagamos por lo que tenemos. Todo está perfectamente acabado, hasta el más mínimo remache del techo con el marco del parabrisas, algo en lo que Mitsubishi suele pecar. Con nuestro acabado Instyle, nos colocamos ante el volante (mandos multifunción) sobre unos asientos tapizados en cuero, calefactados y con unos bordes laterales que ajustan perfectamente nuestra figura. Los relojes de instrumentalización afloran cierta deportividad, con dos esferas analógicas (velocímetro y cuentarrevoluciones) y un cuadro digital (ordenador de viaje). Además, los ajustes de dicha butaca, y la de nuestro acompañante, también son eléctricos. Todo, en el precio base. Siguiendo en la parte delantera del habitáculo, agradecemos la grandiosidad del salpicadero, sobredimensionado hacia la zona del pasajero delantero. Además, todo bajo una sencillez asombrosa, como muestra la consola central, sumamente limpia, nada de sobrecargas, una zona para el climatizador y por encima los sistemas de audio. Florituras las justas.
En las plazas traseras, los ocupantes, dos o incluso tres, viajarán tremendamente cómodos. Bastante ancho, con 1,76 metros, este Lancer no brilla por su altura (1,51 m), en parte por ese aire coupé que describe su figura, con lo que las personas más altas quizá vayan un poco justos en relación al techo. Sin embargo, de piernas irán holgadas y bien holgadas. Por su parte, el portón, una quinta puerta de dimensiones importantes, dota al Lancer de una gran funcionalidad, ya que podemos abatir completamente la hilera trasera de asientos con un simple tirador en los hombros de éstos. Su capacidad de carga, pues, es de 1.349 litros. El cofre de maletero tiene un doble fondo con dos alturas que según donde coloquemos el separador nos dará una capacidad entre 288 y 344 litros, algo limitado si valoramos las dimensiones del coche que tenemos ante nosotros.
En materia de seguridad destaca el sistema por el cual las luces de emergencia se encienden automáticamente si frenamos de forma brusca a más de 55 km/h. El equipamiento de serie con este acabado incluye elementos como el control de tracción, de estabilidad, asientos delanteros calefactados, faros de doble xenón, climatizador, equipo de sonido CD MP3, llave inteligente o llantas de aleación de 17 pulgadas.
Más diésel que nunca. El motor de dos litros DI-D con transmisión manual de seis velocidades, heredado del grupo VAG, es un diésel por los cuatro costados. Lo constatamos enseguida, en el primer contacto con el pedal del acelerador. El coche apenas muestra chicha, fuerza, vehemencia, por debajo del umbral de las 1.700 rpm. Sin embargo, cuando entra el contador de vueltas por encima de este techo, el Lancer Sportback se dispara, ofreciendo una respuesta colosal en un corto espacio. Son 310 Nm a las 1.750 rpm. Mientras que otros compactos muestran su fuerza de una manera más progresiva, el Lancer es un cohete, seguramente parece más rápido de lo que realmente es. Son 140 cv a las 4.000 vueltas que mueven con soltura esta carrocería de cinco puertas. Con unas llantas de 17, este Lancer no gasta nada (6,9 l/100 km, según nuestras mediciones) en relación a sus prestaciones: acelera de 0-100 km/h en 10 segundos y su velocidad punta es de 204 km/h.
Con un motor de turbocompresor de geometría variable e inyección directa con alimentación por inyector-bomba, desarrollado por el Grupo Volkswagen, el Lancer Sportback es especialmente ruidoso, sobre todo a bajas vueltas. En el tránsito por ciudad suena de lo lindo. Es una mecánica que transfiere un ruido importante, pues, al habitáculo, aunque es cierto que la optimizada insonorización de la cabina ayuda en parte a disimularlo. Este propulsor, algo áspero, está presente en la gama Outlander y Grandis, fruto de la colaboración de la firma nipona con el gigante alemán VAG, que ya dota a sus nuevas unidades del optimizado y silencioso sistema de common rail. Otro de los focos de sonoridad está en el contacto de los neumáticos con el asfalto.
El Lancer, fabricado a partir de la plataforma que ya estrenó el Outlander y que también incorporan las unidades de PSA, Peugeot 4007 y Citroën C-Crosser, tiene suspensión independiente en ambos ejes, de tipo McPherson en las ruedas delanteras (las que traccionan) y de paralelogramo deformable en las traseras. Todos estos vehículos citados anteriormente, a pesar de pertenecer a segmentos diferentes, comparten elementos como el piso, la suspensión y la electrónica. Sinergia absoluta, ahorro de costes. Pues bien, ya en marcha, el resultado es que es un chasis moldeable a las circunstancias. Ni duro ni blando, ni todo lo contrario. Aguerrido y bien acoplado sobre su plataforma, las suspensiones del Lancer están especialmente bien trabajadas, absorbiendo las irregularidades del asfalto, al tiempo que evitan cualquier tipo de balanceo incómodo en zonas reviradas. Este adiestramiento que ha sufrido el Lancer, a kilómetros de distancia del radical Lancer EVO, es la excusa perfecta para codearse en el suculento mercado de los compactos. Ahora, el público decide.