Dada la reciente presentación de una edición muy especial del monovolumen relativamente compacto de Dodge, la serie limitada Route 66 del Journey, que vino inicialmente a sustituir al superventas Chrysler Voyager del mismo grupo automovilístico, hemos decidido subirnos y poner a prueba a este polivalente vehículo de estilo muy americano. Esta edición especial incorpora cantidad de detalles estéticos de personalización del preparador de la marca Mopar para hacerla aún más atractiva y juvenil y rendir homenaje a la carretera más importante de Estados Unidos.
Desde su llegada ha logrado un importante protagonismo entre el público principalmente por dos cosas fundamentales, por un precio bastante ajustado en el entorno de los 35.000 euros en esta versión, que con campañas se queda cercano a los 30.000 euros, aunque realmente partiendo de unos recatados 21.300 euros de la versión base, con una tremenda oferta de funcionalidad tanto de espacio, como de motor o de equipamiento, y por un diseño muy atractivo y llamativo que no deja indiferente a nadie. De hecho entre la competencia, donde se pueden encontrar desde monovolúmenes compactos como el Citroen C4 Grand Picasso, Ford S-Max, Renault Grand Scenic o Mitsubishi Grandis, hasta algunos SUV enfocados a la carretera como el Honda CR-V, el Mazda CX-7, el Mitsubishi Outlander o el Land Rover Freelander II, pocos modelos encontramos, por no decir ninguno, con un precio por debajo de los 25.000 euros, y con unas cualidades funcionales y de confort como el Dodge que nos ocupa. Para que luzca tan deportivo como el de las fotos, hay que adquirir el paquete de equipamiento Route 66 por un precio entre los 2.500 y los 3.000 euros.
Los aditamentos exteriores que le aporta la versión Route 66 complican aún más encasillarlo en algún segmento, puesto que ya de por sí es bastante complicado al ofrecer una conducción del estilo de un turismo, un espacio y versatilidad propia de un monovolumen y una apariencia exterior derivada de un SUV. Aunque nosotros nos decantamos claramente por su pertenencia al segmento de los monovolúmenes, y eso que nuestra unidad no ofrecía 7 plazas
Pero lo que más destaca en esta versión Route 66 es el color negro azabache metalizado que invade toda la carrocería, haciéndola muy agresiva y poniendo un toque de distinción en el segmento. Dada la deportividad que tradicionalmente se le adjudica a la marca, el preparador Mopar le ha dotado de elementos deportivos que añade al equipamiento SXT, como unas llantas de aleación en 19 pulgadas de color negro con el aro exterior cromado, salida de escape cromada, barras negras de techo y cristales traseros tintados. En general, destaca su tremendo parecido con los modelos SUV de la marca, a pesar de tratarse de una carrocería de monovolumen que puede albergar en su interior hasta 7 pasajeros, puesto que ofrece una buena distancia al suelo que le permite incluso transitar por trazados de asfalto roto con comodidad. Presenta un aspecto muy robusto, con pasos de rueda abombados, un frontal prominente y elevado con la típica rejilla en forma de cruz cromada, grandes puertas y una zaga donde el protagonismo recae sobre un inmenso portón.
El interior está menos personalizado con respecto al resto de la gama, caracterizándose por un habitáculo realmente amplio y confortable enfocado al transporte de pasajeros. El salpicadero presenta trazos muy rectos y sencillos, con cantidad de espacios portaobjetos para guardar bultos, incluso con un espacio refrigerado para bebidas, con una estructura simétrica partida por una consola central monolítica inclinada hacia los pasajeros en color plateado que inlcuye todos los mandos del sistema de climatización bi-zona, del sistema de audio con lector de 6 cd´s con lector MP3 y conector auxiliar para fuente de audio externa y del control de estabilidad ESP. Los asientos, a pesar de no ser muy depotivos, ofrecen una calidad de sujeción bastante buena y una calidad visual excelente con una combinación de colores claros y oscuros que se extienden por los guarnecidos de las puertas. El del conductor es regulable eléctricamente en 3 posiciones.
Pero lo que más llama la atención es su flexibilidad interior para combinar el transporte de pasajeros con grandes espacios para el almacenaje de su equipaje y de sus pertenencias. Inicialmente, las grandes puertas permiten un acceso muy cómodo de todos los pasajeros al interior, que podrán guardar sus objetos en los portaobjetos que encontrarán en los laterales puertas, en las guanteras del salpicadero e incluso en el suelo de las plazas traseras bajo las alfombrillas con capacidad hasta para una docena de latas de bebidas. Destaca el inmenso espacio bajo el cojín del asiento del acompañante delantero denominado Flip ´N Stow, muy práctico para guardar objetos y esconderlos de miradas ajenas… Si necesitamos cargar objetos muy voluminosos, reclinando la segunda fila de asientos se puede pasar de un volumen normal de maletero de 758 litros hasta 1.461 litros que darán cabida a objetos de gran tamaño. Además, en el maletero de la versión de 5 plazas que hoy probamos, se encuentra un compartimento adaptable en tres partes con organizador de maletero.
Entre los elementos del equipamiento de serie de la versión SXT de la unidad que probamos, figuran en cuanto a la seguridad el ABS, el control de estabilidad, que incorpora control de tracción, sistema de frenado de emergencia, sistema electrónico de mitigación de vuelco y sistema de estabilidad de remolque, faros antiniebla, airbags frontales, laterales delanteros y de cortina en todas las plazas, anclajes Isofix e inmovilizador, entre otros, mientras que en el plano del confort destaca el volante de piel, la tapicería bicolor Yes Essentials de los asientos, el ajuste eléctrico del asiento del conductor, en altura manual el del acompañante, radio CD con lector de MP3, cargador de 6 cd´s, entrada auxiliar y 6 altavoces, elevalunas eléctricos delanteros y traseros, climatizador bi-zona, que puede ser multizona en las versiones de 7 asientos, o sensores traseros de aparcamiento.
El motor principal empleado para mover al Journey, a pesar de la mera existencia de un bloque de gasolina de 2.4 litros con 170 cv y cambio automático de 4 relaciones, es el diésel de origen Volkswagen 2.0 CRD que entrega 140 cv de potencia y un par motor de 310 Nm enfocado principalmente al mercado europeo, que se combina con un cambio manual o automático ambos de 6 velocidades. El funcionamiento es bastante suave aunque hemos de confesar que se muestra algo ruidoso debido al anticuado sistema de bomba inyección, además de que los 140 cv para mover una carrocería tan voluminosa y de nada menos que 1.900 kilos no son suficientes para lograr aceleraciones que impresionen, haciendo el 0 a 100 km/h en 11,8 segundos y alcanzando una velocidad máxima de 182 km/h. Pero lo que sí nos ha llamado la atención es que, circulando a velocidades legales, justamente como permite el funcionamiento del motor, los consumos son bastante ajustados quedándose en 7 litros a los 100 km. Sin embargo, la lentitud del cambio automático nos ha dejado un regusto poco agradable, más conociendo las maravillas que existen ahora en este campo como los de doble embrague.
Otra faceta que nos ha gustado mucho es el confort de marcha, gracias a una suspensión perfectamente puesta a punto que absorve las irregularidades con extrema suavidad y mantiene la carrocería en su sitio en curvas pronunciadas. Como no, la configuración es independiente delante y detrás, en configuración MacPherson y con sistema multibrazo respectivamente. Ni que decir tiene que la polivalencia interior para transformar rápidamente el espacio de transporte de pasajeros en un espacio de carga diáfano es otro de sus puntos fuertes.
En definitiva, ¿quién da más por menos?