La industria automovilística europea reorienta sus preferencias de mercados
Europa se ha quedado pequeña en posibilidades de expansión y los nuevos horizontes se abren a los mercados emergentes, sobre todo, hacia ese triángulo conformado por el dominio BRIC, que no es otro que las iniciales juntas de países como Brasil, India y China.
En el escenario empieza a asomar Rusia, un país con el potencial de tres millones de coches anuales en su mejor velocidad de crucero, pero, para muchos constructores del viejo continente, el gigante eslavo no es un mercado europeo ortodoxo que pueda paliar los vicios detectados en esta industria.
Los mejores pronósticos apuntan que Europa tiene para un dilatado periodo de tiempo un registro anual de ventas que no superará, en el mejor de los casos, los 15 millones de unidades.
A ello, se une una opinión unánime sobre exceso de capacidad de producción que, distintos observadores, ven como el argumento para desinstalar tejido industrial.
Recientemente, el responsable continental de una marca europea líder del mercado no ocultaba que todo lo que sea vender por debajo de 14 millones de coches llevará indefectiblemente a medidas de regulación de empleo en el sector.
De la pujanza y atractivo que los mercado emergentes ofrecen a las marcas europeas da una idea el alto número de informadores especializados de esas zonas, cada vez menos exóticas, que se han dejado ver en las jornadas de prensa de la muestra helvética.
Otro factor que no se puede desdeñar sobre este cambio de paso es la propia tipología de la muestra. Han prosperado muchas marcas especializadas en la exclusividad de diseños y personalizaciones muy elitistas, así como referentes tradicionales de las gamas altas, tanto en vehículos como en componentes.
A la zaga quedan esas firmas generalistas que procuran salir del pozo con sus gamas más baratas y una apuesta todavía potente por las nuevas fórmulas de movilidad limpia y económica, aunque en este último caso, el vehículo eléctrico haya cedido algo de protagonismo respecto a ediciones de anteriores salones.
En el haber de estas marcas generalistas están buenos y esperanzadores logros en motorizaciones convencionales que se apuntan a emisiones cada vez más limpias y optimizadas en consumo, con el contrapunto muy favorable de prestaciones mejoradas. La clave está en ese término cada vez más familiar a los oídos del sector: ‘downsizing’.
Sobre las predicciones de mercado todos pasan de puntillas, lo que quiere decir que, ante este ambiente de incertidumbre sin reservas, mejor no abrir la boca, para no ser acreedor del proverbio árabe: ‘palabra que has dicho ya no es tuya’.
Lo que nadie puede negar si visita un acontecimiento como este salón ginebrino es que el automóvil sigue teniendo un poder emocional sin igual entre la gente de la calle, al margen de arquetipos sociales.
La concentración de medios ante cada estreno anunciado es más propia de una gran gala cinematográfica, una demostración sin reservas de glamour.
Como en todos esos acontecimientos se han vistos excesos que no casan con el uso del dinero rancio y con clase y sí con la ostentación de las nuevas riquezas.
Alguna marca mítica de coches de lujo rompió con su tradición y dejó ver creaciones que encajarán siempre mejor en la mentalidad adinerada del pelotazo que en la sobriedad de una sociedad culta y decadente, como parece hoy presentarse ante el resto del mundo esta Europa.