‘Top 10’ cine de motor
‘Grand Prix’ (1966): Película de culto sobre el mundo de la competición, en concreto, la Fórmula 1. Documentada con rigor (el director John Frankenheimer siguió en directo todos los grandes premios del campeonato de 1965), rodada con una calidad insólita para la época (se utilizaron monoplazas reales, no maquetas) y con la aplicación de avanzados efectos especiales (para la historia, la secuencia en la que un monoplaza cae a la bahía de Mónaco en plena carrera, filmada con una cámara interior en el vehículo), fue galardonada con tres premios Óscar (montaje, sonido y efectos sonoros).
‘Ahi va ese bólido’ (1968): El famoso Herbie en acción. El peque y simpático ‘Escarbajo 53’. Año 1968. Bajo la tutela de Disney. Aventuras, coches y pasión por la velocidad. ‘The Love Bug’ (ese era el título original de la película) es la primera trama en la que participa Herbie -hubo cinco más, hasta una adaptación para televisión-. Comprado en una tienda de segunda mano, Herbie se une al piloto Jim Douglas (Dean Jones) en una trepidante serie de aventuras que afectará a la vida de ambos protagonistas. Para los ‘peques’ de la casa Herbie es un desconocido -ellos ya tienen a sus ‘Cars’ del siglo XXI-; para los padres es el coche-actor de su infancia (Volkswagen no ha perdido el tiempo y acaba de sacar una versión Herbie de su nuevo Beetle).
‘Bullitt’ (1968): Hablar de ‘Bullit’ es hablar de Steve McQueen (no será la primera vez que saldrá su nombre en este reportaje, claro). Para nuestros lectores de mediana edad, McQueen es el Ayrton Senna de Hollywood. Apasionado de los coches y las motos, McQueen rodaba todas las secuencias de acción (él no quería actores impostores). Rodada en San Francisco, ‘Bullitt’ pone en órbita a uno de los automóviles clásicos por antonomasia: el Ford Mustang GT 390. Y claro, McQueen era el que lo conducía en el rodaje y fuera de él (después del trabajo, también se daba una vueltecita con los coches de la película de turno para darse un último chute de adrenalina).
‘El diablo sobre ruedas’ (1971): La primera gran película de Steven Spielberg, la que le lanzó al estrellato en 1971 para convertirse años después en el director taquillero por excelencia. En ‘Duel’ (nombre original de la cinta), Spielberg rueda la que para muchos es la persecución más recordada de la historia del cine. Desesperante y desquiciante, se rueda por las desérticas carreteras del sur de Estados Unidos. Lo que empieza como una broma pesada (un camionero loco persigue a un común mortal que conduce un Plymouth Valiant) se transforma en una forma asfixiante de jugar al gato y el ratón, un peligroso juego a vida o muerte.
‘Las 24 horas de Le Mans’ (1971): Otra vez McQueen en acción. En esta ocasión rindiendo pleitesía a uno de los circuitos con más tradición mundial en la competición automovilística, Le Mans. Con espectaculares secuencias de la carrera de resistencia más afamada, McQueen se implicó tanto en este proyecto que hasta llegó a dormir en las caravanas de los pilotos en el propio trazado. Por supuesto, rodaba él todas las secuencias de pilotaje (‘las carreras son mi vida, todo lo de antes y después, puede esperar’, dijo en una ocasión), y por supuesto su delirio por las carreras alcanzó tales cotas que llegó a dudar de lo que era (‘no estoy seguro si soy un actor que compite o un piloto que actúa, afirmó).
‘C’était un Rendez vous’ (1976): Cortometraje de menos de 10 minutos en el que un temerario piloto rueda a todo gas por las calles de París jugándose su propia vida (las intenciones suicidas ahí estaban, sí) a los mandos de un Ferrari 275 GTB. El director, Claude Lelouch, que rodó el corto con el único sonido que el que bramaba el poderoso motor del ‘cavallino’, terminó en la cárcel (de nada le sirvió rodar a las 5:30 horas de la madrugada) acusado de conducción temeraria. Quiso rodar de un modo tan realista, el bueno de Claude, que se pasó de la raya.
‘Mad Max’ (1979): Otra película de coches con la que saltó a la fama otra estrella de Hollywood, Mel Gibson. El actor de origen australiano conducía el legendario ‘Interceptor’, una versión personalizada (sólo se hizo una unidad) del Ford Falcon XB GT con un motor V8 de 300 cv de potencia, interpretando a un agente de tráfico que velaba por la seguridad y tranquilidad de una autovía australiana. Un grupo de locos complica su misión.
‘Días de trueno’ (1990): En la película que se conocieron y se enamoraron Tom Cruise y Nicole Kidman, la trama queda contextualizada en las carreras norteamericanas de NASCAR. A principios de la década de los 90, ‘Días de trueno’ se ocupa de las carreras de manera justa para profundizar más a fondo en los problemas derivados de la propia competición. La presión a la que es sometido un piloto de carreras y la importancia de los pequeños detalles. Bien rodada y con un notable guión, quizás sea la última gran película de ficción sobre el mundo del motor que se ha producido.
‘The Italian Job’ (2003): El carnaval automovilístico más selecto resumido en cuatro conceptos: robo, venganza, carreras y Mini’s. Así es el remake del año 2003 de ‘The Italian Job’ (la original data de 1969); el robo mejor planeado de la historia de la ficción moderna tiene como secuencia estrella un asalto-persecución (‘fantasmada’, sería otro posible término a utilizar) entre Mini’s por los túneles del metro de Los Ángeles como quien asalta el frigorífico de su casa en busca de la última lata de sardinas viva.
‘Senna’ (2010): La vida del mito brasileño de los circuitos, Ayrton Senna, fallecido en acto de combate en 1994, llegó a la gran pantalla de la mano de un documental con imágenes y confesiones inéditas. Tricampeón mundial de la Fórmula 1, Senna era pasional y obsesivo en su profesión, donde demostró unas destrezas al volante jamás vistas en otro piloto. En ‘Senna’ se profundiza sobre el carácter del personaje, un piloto mágico y una persona irreductible, por su carácter combativo dentro y fuera de la pista, donde siempre entendió que existía una especie de cruzada judeomasónica contra él (eso que se en términos etéreos bien podría denominarse, los poderes fácticos) para mantener la supremacía del piloto protegido-consentido, Alain Prost, su compañero de equipo dos temporadas y siempre rival; el yin y yang más memorable en la historia de la Fórmula 1 entre dos personajes antagónicos, de fuerte personalidad, enemigos irreconciliables, y ahora con la perspectiva del paso del tiempo, inseparables para entender aquella gloriosa época de la Fórmula 1.