Diésel o gasolina
Claves para elegir tu motor
La pregunta del millón cuando uno se acerca al concesionario en busca de un coche a estrenar: ¿gasolina o diésel? Son muchos los factores que influyen en la elección final, aunque los puristas del motor, enloquecidos por el sonido más grave del propulsor, siempre se decanten por los gasolina. Puristas de lado, hay que mirar la cartera en estos tiempos que corren y saber para lo que uno quiere el coche. En cifras redondas, podemos afirmar que si realizamos menos de 10.000-15.000 kilómetros al año, comprarse un coche con motor diésel de inyección directa (ahora muchos con common-rail, por ejemplo el Mazda 3 CRTD) es tirar el dinero. En el otro extremo, con un recorrido anual de más de 60.000 kilómetros, entramos en un terreno en el que compensa, y mucho, realizar el esfuerzo por la motorización diésel.
El problema es cuando no es blanco ni negro, sino gris. Entonces, vienen las preguntas. Primer aspecto a tener en cuenta: la financiación del vehículo. El gasoil con un motor idéntico al gasolina, de media te puede salir por unos 2.000 euros más, con lo que las cuotas mensuales crecerán. Tampoco juegan a favor del diésel el mayor coste de las revisiones anuales y el precio del gasoil, con una tendencia al alza preocupante para los usuarios de estos coches. Que no se nos olvide el famoso impuesto de circulación, que fácilmente puede ser la mitad de barato en un propulsor gasolina.
Debemos tener también en cuenta que un coche diésel se deprecia menos que un coche de gasolina, debido a la mayor duración del motor y su mayor kilometraje final. Si es un vehículo para cambiar en dos o tres años, igual compensa sacrificar algo de lo antes mencionado por el precio de reventa. Otro punto para el gasolina.
A favor de diésel, su consumo homologado se ajusta más a la realidad que el de un gasolina, y es más fácil de lograr. La eficiencia de estos motores es indiscutible. Para obtener unas cifras más cercanas a la realidad, lo mejor sería aumentar en 0,5 l/100 km el consumo del diésel y 1 l/100 km el del gasolina. Otro factor que juega a favor del gasoil es que una abrumadora mayoría de los modelos están exentos del impuesto de matriculación (por debajo de los 120 gr/km), aunque los fabricantes se están poniendo las pilas, y cada vez son más comunes los nuevos motores de baja cilindrada y turboalimentados de gasolina.
El uso y el ruido
A continuación, realizaremos un análisis del rendimiento de ambos motores en diferentes situaciones de conducción (trayectos cortos, ciudad, autovía y carreteras secundarias), además de enjuiciar las apreciables distinciones que existen a nivel de sonoridad.
Trayectos cortos: tanto si son en zona urbana o por carretera, penalizan especialmente a los motores diesel. Son motores más robustos, consumen menos, tienen un mejor rendimiento térmico, tardando más en calentarse. Esto afecta tanto al desgaste del propio motor como al confort y seguridad de los ocupantes (por ejemplo, la calefacción tardará más kilómetros en ser efectiva) que en un propulsor gasolina.
Ciudad: cuando toca callejear, lo ideal es un coche ligero y mucho par (fuerza) a bajo régimen, es decir, un diésel. De ahí la importancia que tiene que los motores gasolina empiecen a tirar de caballos a un régimen lo más bajo posible. Esta tarea no es fácil y ejemplos hay de motores muy potentes con poco par a bajas revoluciones que se arrastran por el tráfico urbano, especialmente al arrancar de parado.
Vías rápidas: a velocidades legales, la ventaja es para un motor diésel turboalimentado, que dispone de más par, aguanta mejor los repechos y adelanta en menos espacio. Cuantas más altas sean las velocidades, más prima la potencia sobre el par motor y la ventaja cae del lado del gasolina. En terrenos de velocidad punta no hay color, los modelos de gasolina son superiores a sus equivalentes en ciclo diesel.
Carreteras secundarias: el motor diésel, gracias a su mayor par a medio régimen (hasta las 3.500 vueltas de media), permite afrontar mejor los adelantamientos, crucial para afrontar el tránsito por este tipo de calzadas. Cuanto peor sea el trazado y más tráfico haya, mejor resultado ofrece este motor. A la hora de realizar adelantamientos no resulta tan necesario anticipar la maniobra a base de reducir para lanzar el coche, que es una operación típica en los motores de gasolina cuando hay mucho tráfico, lo que redunda en una enorme dosis de seguridad activa. En puertos de montaña también el turbodiesel responde con aplomo, sin necesidad de frenar y acelerar en las entradas y salidas de las curvas, olvidándonos de la palanca del cambio.
El ruido: Al ralentí, y en frío, no hay ninguna duda, el sonido del gasolina es mucho más fino. Tampoco sale especialmente beneficiado el diesel en maniobras como un aparcamiento. Gracias a la insonorización y a un menor régimen de giro a la misma velocidad, en caliente los motores diésel llegan a sonar incluso menos que los de gasolina. De todos modos el sonido del diesel resulta por norma general más molesto que el gasolina, pero puede ser más homogéneo a lo largo de su vida, sin ciertas resonancias que aparecen en muchos motores de gasolina a 3.000 vueltas.