Daños y reparaciones
Cesvimap trabaja para la aseguradora (en este caso Mapfre) que es quien sufraga las instalaciones y por otro lado también colabora con los fabricantes de coches. En el primer caso, su cometido es muy claro: investigar para formar mejor a los peritos de la compañía de cara a que tengan una noción más exacta de qué se rompe en un coche y cuánto cuesta repararlo, es decir, que el peritaje de Mapfre sea el más adecuado en base a unos parámetros de posicionamiento y competitividad.
El Toyota Yaris Hybrid choca a una velocidad de 15-16 km/h contra un bloque cuadrado de acero y hormigón de 40 toneladas para conseguir que no absorba nada de energía, y así ver la capacidad de resistencia de los materiales. Estos 15-16 km/h equivalen a un impacto a 30 km/h contra otro coche, cuya carrocería se quedaría con parte de esa energía. El Yaris HSD incluye en su interior un lastre de 75 kg que simula el peso del conductor. El golpe no es simétrico, sino que el Yaris HSD choca con un 40% de su parte delantera, acercándose lo más posible a una situación real.
El crash test trasero se realiza con el coche parado y con la trasera angulada 10 grados, siendo una carrocería móvil la que se desplaza por los raíles simulando el aspecto y el peso de la estructura de un vehículo actual (1.400 kg, la media que entiende Cesvimap) que choca contra la zaga de otro automóvil (un Toyota Yaris HSD) que está parado. A la vista, el golpe trasero es menos fuerte porque la energía se dispersa más. La altura de la barrera que imita al paragolpes delantero del coche que impacta está situada a 70 centímetros del suelo. La carrocería móvil llega a una velocidad estabilizada de 15-16 km/h gracias a un medidor láser independiente.
Hay otro tipo de pruebas (que no vimos en directo) que se llaman “bumper test”, un simulacro de impacto también delantero y trasero y con lastre de 75 kg, pero contra una barrera más baja (a 405/445 milímetros de altura sobre el suelo) y a velocidades inferiores: 10 km/h (+/-1 km/h), imitando lo que coloquialmente se denomina “impacto por alcance” (bumper test delantero) y maniobras realizadas marcha atrás (bumper test trasero). ¿El objetivo? Medir la capacidad de absorción de las estructuras más externas (fundamentalmente los paragolpes) sin afectar a otras piezas internas de mayor importancia. El bumper test delantero simula un impacto por alcance
A la vista, el daño parecía mayor por delante que por detrás. Hora y media después, los técnicos tenían los resultados y confirmaron esa sensación: fue un golpe más aparatoso y en el que más piezas se vieron afectadas. Se sustituyeron el paragolpes, el faro delantero izquierdo, el faro antiniebla izquierdo, el canalizador del radiador o la aleta delantera izquierda, entre otros elementos; se reparó el capó delantero y el travesaño delantero.
La traviesa trasera, esa moldura de la estructura interna que se esconde bajo el paragolpes, fue en el caso del impacto trasero la clave para amortiguar energías y que el impacto a 15 km/h no afectase a otros componentes de la carrocería del Toyota Yaris HSD. No se sustituyó ningún componente y se reparó el paragolpes al completo, el deflector exterior derecho y el refuerzo del paragolpes.
El “efecto acordeón” funcionó perfectamente en ambos casos con un Toyota Yaris Híbrido.
Visto los resultados, se puede decir que no. Los costes de mantenimiento son mucho menores en un híbrido (que no tiene componentes tan costosos de cambiar con el paso del tiempo o de los kilómetros, como la correa de distribución, el embrague, motor de arranque, o pastillas y discos de frenos); con una tecnología híbrida cada vez más consolidada el precio de las pólizas de seguros está más igualado (además, los impuestos locales, nacionales o europeos que graban los coches tienden a valorar más al fabricante que apuesta por este tipo de tecnologías alternativas); y son los costes de los recambios donde por un estrecho margen sí que los híbridos cuestan algo más que un diésel/gasolina.