Robusto y bien armado
Diesel feroz
En marcha, el 308 agrada por su estabilidad. La suspensión es más bien dura y, junto a la rigidez de su chasis y a los neumáticos 205/55 R16 que calza, hacen que el Peugeot 308 2.0 HDI pise el asfalto con aplomo, transmitiendo al conductor la sensación de estar sentado al volante de un vehículo de más alta gama. A pesar de esa dureza de los amortiguadores, unos asientos muy confortables ayudan a que las irregularidades de la carretera sean una mera anécdota.