Un compacto por definir
Modificación profunda y a todos los niveles en el Mazda 3. En el diseño, en la gama de motores, en el aspecto interior y en el equipamiento. Todo es nuevo en un compacto con personalidad propia, que está diseñado para ser una alternativa de ahorro a las marcas premium. Lo ha conseguido, pero sólo en parte. Se le agradece la intención, pero no ha cerrado el círculo del todo: el precio final se sigue antojando algo elevado para el resultado final.
a favorUn consumo reducidoUn motor contundenteFormas más deportivasen contraPrecio elevadoConsola central confusaMecánica falta de agilidad
El Mazda 3 ha crecido a todos los niveles. Por fuera, también. Sus dimensiones de largo mide nada más y nada menos que ¡4,46 metros!- son superiores a las de todos sus rivales: Ford Focus, Seat León, Renault Megane, o incluso, a los modelos de las marcas premium (el A3 de Audi, el Golf de Volkswagen, el C30 de Volvo o el Serie 1 de BMW). La razón principal para justificar este aumento de tamaño es poder encajar motores más grandes, como por ejemplo el 2.2 diésel de 185 CV de la unidad probada. Se trata de una motorización que es nueva para el Mazda 3, pero que la firma japonesa ya lo había incluido en el CX7 y el Mazda 6.
Si la primera versión del Mazda 3, que vio la luz en el año 2003, ya respiraba dinamismo por los cuatro costados, el salto de calidad que sufre esta nueva unidad es cuanto menos respetable. Sin embargo, nos encontramos ante un coche en el que no queda definido del todo su orientación. Su deportividad es mayor pero no alcanza las cotas del Serie 1; está más equipado pero lejos de lo que ofrece el Ford Focus; presenta unos materiales excepcionales pero que no están a la altura del A3; su nuevo motor el 2.2 diésel de 185 CV- es contundente pero menos ágil que el TDI de Golf; y su precio tampoco ayuda, es más caro que el Megane En definitva, una buena adquisición si no se tiene muy claro lo que se está buscando.
No convendría olvidarnos de la nueva versión del Mazda 3 con maletero separado, lo que la marca japonesa ha denominado sportsedan. El modelo en cuestión se persenta con un voladizo más pronunciado que en la anterior generación, aumentando la longitud en 12 centímetros y la capacidad del maletero, que se fija en 430 litros, por los 340 litros que concede el modelo con portón. Además, estas características facilitan una disminución del coeficiente aerodinámico, que se fija en 0,28 por 0,30 del compacto. Una opción muy interesante: porque gracias a la zaga, el aspecto exterior ‘engorda’, se fortalece; y porque el volumen de carga crece considerablemente.
Suspirando deportividad
Una de las virtudes de este compacto japonés es su diseño exterior. La segunda generación del Mazda 3 aparece en el mercado con unas formas más agresivas, anguladas y expresivas, dejando atrás ese aire liviano que desprendía el modelo anterior. En este Mazda todo está más acentuado y exagerado en busca de una mayor deportividad. Comparándolo con uno de sus competidores directos, el Seat León, que fue el primero en renovarse del segmento, el Mazda 3 tiene una línea mucho más resultona y llamativa a la vista.
Su paragolpes delantero, con una imponente toma de refrgieración flanqueada por dos grandes tomas de aire en las que aparece insertados los faros antiniebla. Las ópticas, tanto delanteras como traseras, son más rasgadas y alargadas que en el modelo anterior. Unos marcados pasos de rueda y una línea de cintura elevada hacia la zaga, donde el diseño se completa con un paragolpes prominente y poderoso que cierra el círculo. Todo encaminado a un lavado de imagen muy gratificante. Desde luego, un modelo pensado para personas a las que los coches les entren por la vista, más que por otra cosa.
Interiormente, el compacto de Mazda ha evolucionado hacia una imagen más sofisticada y deportiva. Los materiales son de primera calidad. La sensación global que desprende el habitáculo es de confortabilidad. En el primer vistazo podemos admirar una pequeña consola panóramica sobre el salpicadero, donde se reflejan los datos del ordanador a bordo y del sistema de audio. Algo pequeña, pero muy útil. El volante deportivo de tres radios está muy conseguido, regulable en altura y profundidad, y con gran cantidad de botones que controlan todas las funciones. La consola central está algo sobrecargada de botones que en ocasiones llevan a la confusión.
Uno de los puntos fuertes del Mazda 3 es la posición de conducción, ergonómica y envolvente, aflorando el toque de deportividad que quiere transmitir la marca, con detalles como el botón de arranque, de serie en la unidad probada (2.2 diésel Sportive). Puestos al volante, la impresión es buena. Los materiales, que ya ofrecían una buena percepción en la versión anterior, han mejorado. Otro de los puntos fuertes de este compacto es el espacio: las plazas traseras son holgadas y el maletero crece hasta los 340 litros de capacidad. Todo queda bien resuleto, aunque se sigue quedando sensiblemente corto al lado de las marcas alemanas.
Un motor a tener muy en cuenta
La joya de la corona del Mazda 3 es el motor 2.2 CRTD de 185 CV. Se trata de una nueva incorporación para el compacto, pero que la marca ya lo había incluido en otros modelos, concretamente el CX7 y el Mazda 6.. Es un motor más grande, con lo que pierde algo de agilidad en las distancias cortas. A cambio, cumple con un sobresaliente en vías rápidas. Esta variante existe el 2.2 diésel de 150 CV- se muestra perfectamente adaptada a largos recorridos en carretera.
El diésel de 185 CV Sportive, con un precio final de 25.500 euros, tiene un comportamiento muy brillante. El confort de la marcha es redondo, aunque sus supensiones siguen siendo excesivamente firmes para un coche, que nos pongamos como nos pongamos, está orientado a un público juvenil y urbano.
Este motor tiene un escalomiento más cerrado de las marchas finales que los otros propulsores diésel del Mazda 3. Uno de los motivos, que el consumo no se dispare: finalmente se fija en 6,5 litros/100 km y las emisiones a 149 gr/km. La transmisión, manual de seis velocidades, es precisa, con desarrollos relativamete largos, ayudando a que estos datos no se disparen.
Se puede afirmar sin temor alguno que estamos ante uno de los mejores motores diésel del segmento. Sólo el propulsor TDI del Golf; es claramente superior. Es una motorización suave, con nervio y poco o nada ruidosa, imitando a bajas revoluciones las sensaciones que uno tiene al conducir un gasolina. Una opción a tener muy en cuenta.