Land R. Freelander Td4 Sport
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ARREGLADO PERO INFORMAL
Cuando llegó al mercado, el Freelander suponía la opción más refinada dentro de la recién nacida camada de SUV ligeros, pero con el paso de los años la excelente acogida por parte de un público de buen nivel adquisitivo, urbano cinco días a la semana y en buena parte femenino, hizo que otras marcas tendieran a ofrecer modelos cada vez más adaptados al asfalto y dotados de numerosos detalles de equipamiento y acabados.
Tras pasar hace menos de un año por la cirugía estética el Freelander está mejor preparado para hacer frente a los rivales que le disputan ventas entre los clientes más urbanos y sin duda la versión Sport, con la altura rebajada y grandes llantas de 18 pulgadas y perfil bajo, es la más adecuada para este cliente, especialmente si equipa el motor Td4 que probamos, que con una buena potencia y un consumo más que aceptable de gasóleo es por el que más compradores se inclinan.
Su exterior robusto y clásico es típicamente Land Rover. Los pasos de ruedas con perfiles de plástico y los prominentes parachoques protegen la carrocería de golpes al tiempo que le otorgan una apariencia poderosa, especialmente desde que a principios de este año se destacasen aun más junto con la parrilla frontal y unos faros de doble parábola inspirados en el Range Rover.
En el interior el salpicadero es bajo y el puesto de conducción elevado, típico de los todo terreno puros, lo mismo que los materiales de aspecto sencillo y práctico. Se nota el paso de los años en la resolución de los acabados interiores, pero la terminación no admite crítica. Los asientos son cómodos y el volante pequeño y grueso, bien dimensionado para conducir por carretera. Las plazas traseras son de las mejores de la categoría por espacio y comodidad, gozando de la altura libre para cabeza extra que supone la clásica joroba que la marca incluye en la parte trasera del techo y que permite además albergar unas prácticas bolsas de red. Sin embargo el excelente espacio interior contrasta con la falta de sitio para el equipaje, pues el maletero, de354 litros, es pequeño en comparación con lo que ofrecen sus rivales.
Carlos Lera, Autocity
23 de Agosto de 2004
23 de Agosto de 2004
Motor y comportamiento
MOTOR Y COMPORTAMIENTO
La denominación Sport no se queda en una simple pegatina y un aspecto más deportivo, pues tanto en carretera como en caminos ofrece un comportamiento excelente, con una estabilidad y control que animan a tomarle más confianza que a otros todo terreno con suspensiones de largo recorrido. Y es que a pesar de que su apariencia sea robusta y su nombre enlace con la saga de uno de los todo terrenos más competentes y rudos jamás construidos, el Freelander dispone de suspensiones independientes en ambos ejes que aportan la estabilidad y franqueza de reacciones deseables en carretera, mientras que en el campo no debe dar problemas de robustez porque sus ambiciones en la naturaleza llegan hasta donde termine el último sendero.
Ya sea en carretera o fuera de ella se beneficia de la seguridad de su tracción total permanente con diferencial central viscoso y el sistema de control de tracción que actúa mediante los sensores del ABS, ambos de serie. Aunque el sistema de tracción no es de los más rápidos ni de los mas sofisticados puesto que no recurre a la electrónica, su comportamiento fue bueno en los lodazales que encontramos campo a través.
No es un coche para salirse del camino sin tenerlo muy claro y lo mismo sucede con cualquiera de sus competidores, pero permite adentrarse por terrenos con importantes desniveles y franquear obstáculos que para un turismo sería absurdo el mero intento. Para estas circunstancias dispone del sistema de control de descensos (HDC) que se activa mediante un pulsador situado al lado de la palanca de cambios y mantiene una velocidad máxima de nueve kilómetros hora, para evitar que el coche se pueda lanzar y poner en aprietos a su conductor. Un buen invento que sin ofrecer las más evidentes ventajas de una caja reductora al menos aporta una de sus posibilidades, aunque las versiones más sofisticadas de este sistema permiten regular la velocidad, posibilidad que no contempla el Freelander.
El motor Td4 está alimentado por inyección directa con common rail. Ofrece 112 caballos a 4.000 revoluciones por minuto y un par máximo de 260 Nm a 1.750 rpm. El rendimiento permite unas prestaciones correctas aunque el nivel sonoro es bastante elevado y la respuesta del motor un poco tosca para lo que se lleva actualmente. Los consumos sí están al día, con una media oficial de 7,6 litros cada 100 kilómetros, que es lo mismo que consume el Hyundai Santa Fe, pero cinco décimas más de lo que traga el Toyota Rav4, que cuenta con la ventaja de su menor tamaño, siempre según los datos oficiales homologados. La trasmisión se realiza mediante un cambio de cinco velocidades que se acciona mediante una larga palanca a causa de la elevada posición del puesto de conducción, hecho que condiciona unos recorridos muy largos entre marchas, aunque por lo demás ofrece un buen funcionamiento.