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FELINO CON DIAMANTES
Desde tiempos inmemoriales, las versiones de mayor enjundia del constructor británico han llevado impreso a partes iguales el ímpetu de la competición y la flemática pasión por el lujo de todo buen lord inglés. El que hoy probamos no es excepción.
Si dijéramos lo contrario, les estaríamos engañando: probar un Jaguar es algo más que una simple prueba. Es asomarse a un universo de tradición en el que el lujo y el refinamiento acompañan a un espíritu deportivo que la mayor parte de los mortales sólo podrán conocer en sueños o por lo que otros mortales les cuenten. Y aunque la marca, ahora dentro de la órbita ovalada de Ford, esté haciendo algunas rarezas en sus gamas ‘de acceso’ (¿qué es eso de un Jaguar diesel y con tracción integral?), parece dispuesta a mantener incólumes los valores tradicionales en sus vehículos de alto rango, valores por otro lado que han transportado a lo largo de su historia vehículos tan emblemáticos como los MK20, los E-Type, los Sovereign o los Daimler.
Así es este XJ8 que aquí probamos: un digno heredero de ese concepto tan británico de la deportividad en el que el ejercicio se hace entre sedas, cueros y madera de nogal. Y es que, aunque hoy en día quien se compre este vehículo buscará ante todo representación y estatus, no hay que olvidar que la historia empezó al revés, por la competición. Es por ello que Jaguar nunca se ha despegado totalmente de ese mundo, aun a pesar de sus graves problemas económicos, ahora ya resueltos en la estela del Constructor norteamericano.
MundoRecambio y Taller
17 de diciembre de 2003.
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Detalles
DETALLES
Centrémonos en el XJ8, segundo escalón del modelo insignia de la marca del felino. Veremos cómo en lo estético sigue siendo inequívocamente un Jaguar de clase. Aunque ha sido completamente rediseñado respecto a sus antecesores, las líneas maestras se mantienen inalteradas y aún llamativas para las miradas de los transeúntes, que verán en él la estampa de una berlina de alto rango típicamente ministerial, con largos y altos capós delantero y trasero. Y a pesar de su envergadura, la carrocería en aluminio permite mantener el peso en una cifra contenidísima, indigna de un vehículo de tan alta cuna.
Su motor de 3.5 litros y 8 cilindros en V ofrece 258 CV, nada menos. Acoplado a una caja de cambios automática de seis velocidades (un tanto lenta de reacciones), ofrece prestaciones más que respetables -0 a 100 km/h en 7,6 s, 242 km/h de punta-, siempre en proporción al consumo de combustible que estemos dispuestos a soportar. Se echa de menos, dado el carácter pretendidamente dinámico de la marca, la posibilidad de usar el cambio en modo secuencial, lo que le daría esa precisión que actualmente no tiene. Las suspensiones electrónicamente controladas son artífices de que, a pesar de las dimensiones del vehículo (algo más de 5 metros de largo por 1,9 de ancho) y de su volante (exagerado, se mire por donde se mire), el XJ8 cumpla la papeleta incluso en trazados revirados, aunque se le note deseoso de entrar en una autopista para mostrarnos su suavidad y comodidad infinitas. ¿Ruido? ¿Eso existe?
En el interior, el refinamiento da respeto. Durante la semana que duró la prueba, sólo nos sentimos en condiciones de entrar en el XJ8 vestidos para la ocasión, por miedo a que el cuero de los asientos nos repudiara si nuestra ropa no era adecuada Hay algunas sensaciones que sólo pueden vivirse dentro de un mito. Afortunados quienes puedan invertir 74.000 € en él.