En 2010 Ford se postuló en Europa como uno de los mejores fabricantes de vehículos compactos. Derivados de una nueva plataforma global C, los últimos C-Max (monovolúmenes), Focus (turismo) y Kuga (SUV) ofrecen un plus dinámico al alcance únicamente de alternativas premium mucho más cotosas. Frente a rivales generalistas de cinco plazas y dimensiones similares (el C-Max mide 4,38 m de largo y 1,62 m de alto), el C-Max destaca por un tacto de conducción superior, atractivo por lo bien que congenia las necesidades de eficiencia con las sensaciones dinámicas.
En un marco de dinamismo, el C-Max es superior a adversarios de enfoque más familiar, como Renault Scenic o Citroën C4 Picasso, que sin embargo aprovechan mejor el espacio interior. Tampoco en el espacio de maletero sale muy bien parado el C-Max, con 471 litros de cofre (1.723 l con los respaldos traseros abatidos en configuración 40/20/40) que le dejan muy lejos de por ejemplo un Volkswagen Touran, que, con una longitud muy similar de 4,40 metros, cubica 695 litros de maletero.Los 471 litros de maletero y una cierta estrechez en la fila trasera, sus peores enemigos
Como siempre, la dinámica y la practicidad interior suelen enfrentarse a cara de perro en la construcción y diseño de un vehículo. Más si cabe en un familiar, donde el único punto de encuentro de todas las marcas es abandonar las líneas ‘furgoneteras’ de los monovolúmenes de antaño (el nuevo C4 Picasso es un claro y reciente ejemplo). A partir de ahí, las derivas tomadas por cada fabricante son muy diferentes. Centrándonos en el C-Max, Ford ha querido implantar unas proporciones aplomadas, con una anchura notoria de 1,83 metros y una distancia entre ejes de 2,65 m, así como una silueta agresiva con una línea de cintura ascendente que culmina en el “codo” del pilar D, donde una caída de techo coupeizada cierra el conjunto trasero presidido por un alerón superior y un portón de grandes dimensiones con el piso de carga bajo para facilitar las maniobras de carga.
La actual generación del C-Max, que se lanzó al mercado en 2011 junto al Grand C-Max más grande y con opción de 7 plazas, supuso la puesta en escena de un producto completamente nuevo. El salto de calidad en todos los apartados entre éste y la anterior renovación (2007) lo pudimos comprobar en la prueba realizada hace dos años (pinchar aquí). Más de dos años después de aquello, y con alguno de sus rivales presentando ambiciosas actualizaciones de por medio, el C-Max sigue resultando un coche moderno y sugerente. Lo es por fuera, y también por dentro, donde un habitáculo muy elaborado (quizá demasiado para hacerse con el control de todos los mandos del acabado “Titanium”) y con materiales de gran calidad lo mantienen en la cumbre de la categoría.
a favor- Chasis y motor- Asistentes de seguridad- Calidad interior percibidaen contra- Anchura plazas traseras- Freno de mano aparatoso- Botones consola central
En las plazas delanteras Ford ha sabido conjugar características específicas de un vehículo que se encasilla como familiar con otros atributos diferenciadores de enfoque, digamos, más deportivo. Entre los primeros elementos destacamos las grandes puertas delanteras, con unas proporcionadas ventanillas, así como una muy buena visibilidad en todas las direcciones y suficientes huecos para depositar objetos (guanteras en puertas y central, portagafas en el techo, portabebidas, o la utilización de goma en la base de la bandeja del salpicadero o en todos los huecos anteriormente citados). Sin embargo, hay un doble aspecto que distingue notablemente a este C-Max de otras alternativas, la postura de conducción puede ser significativamente baja, más propia de un turismo compacto, y sus sujeciones laterales son excelsas agarrando mucho y sin incomodar. Lo peor, un freno de mano demasiado aparatoso, unos pilares delanteros excesivamente gruesos que complican el guiado al trazar curvas y una pantalla superior a color sobre el salpicadero de 5” que para un uso cotidiano resulta demasiado pequeña.
Por su parte, el espacio en las plazas traseras es más justo, sobre todo porque los centímetros de puerta a puerta escasean, penalizando el aprovechamiento de la banqueta central. Ford aumenta la versatilidad interior de la mano del “Comfort System”, un sistema que por 200 euros más suprime la plaza central y aproxima entre sí y retrasa ligeramente las dos laterales.El sistema Comfort System permite suprimir la plaza central trasera y juntar entre sí las laterales, ganando centímetros extras
La gama C-Max presenta un único motor gasolina, el tricilíndrico 1.0 EcoBoost de 125 cv de potencia, y tres diésel TDCi de 95, 115 y 140 cv, asociados todos a cambios manuales de seis velocidades, menos el 140 diésel que puede montar el automático de doble embrague “Powershift”. La unidad de prueba que nos cede Ford España se posiciona en un lugar de privilegio dentro de la gama: C-Max 2.0 TDCi 140 Titanium (PVP de 24.750 € / con las promociones vigentes, 19.145 €). De serie, el acabado Titanium es igual a seis airbags, anclajes IsoFix, faros bixenón, control de estabilidad, programador de velocidad, navegador proyectado en la pantalla de 5” con sistema de audio Sony de 9 altavoces y bluetooth -sistemas, estos últimos, que pueden activarse por voz-, conexión para USB, o climatizador bizona, entre otros elementos. En opción quedan la apertura y arranque sin llave más los retrovisores plegables eléctricamente (300 €), la cámara de visión trasera más los sensores de parking traseros (600 €), el portón automático (360 €) o los cristales traseros oscurecidos (200 €).El equipamiento de serie y el opcional rebosa tecnología por los cuatro costados
En materia de seguridad, Ford impulsó con su Focus los equipamientos de asistencia a la conducción entre las marcas generalistas. Desde diciembre de 2012 también se han implantado en la gama C-Max bajo el paquete “Tech” que se puede asociar únicamente en las versiones “Titanium”. Como buen coche de prensa, nuestro Ford C-Max hacía gala de todos los elementos que incluye el kit “Tech”, esto es, alerta por cambio de carril involuntario, reconocimiento de señales de tráfico, asistente de frenada en ciudad por debajo de 30 km/h “Active City Stop”, cambio automático de luces cortas/largas y la detección de objetos en el ángulo muerto.
Dinámicamente, un “10” para los chicos de Ford, tan finos ellos en la puesta a punto del chasis. Basado en un eje delantero de tipo McPherson y uno posterior multibrazo, el tarado de la suspensión y unas vías ensanchadas (1559 mm delante y 1569 detrás) otorgan al C-Max una dualidad dinámica complicada de encontrar en este segmento: reducir las inercias laterales de este tipo de carrocerías altas y al mismo tiempo absorber con eficacia las irregularidades del asfalto. Si la calidad de rodadura es alta, el placer de conducirlo en largos trayectos no le va a la zaga por el excelente tacto y guiado de la dirección y la limpieza en los recorridos de las seis marchas del cambio manual.
Por último, el bloque turbodiésel de dos litros y 140 cv de potencia mueve con alegría al C-Max (1.488 kg en vacío), con buenas respuestas a las demandas de una mayor aceleración (par motor de 320 Nm desde 1.750 rpm) y unas prestaciones (201 km/h de velocidad punta y 9,6 segundos de 0 a 100) sobradas para un vehículo que habitualmente viajará con mucho peso. Precisamente el peso y la aerodinámica juegan a la contra para que este C-Max diésel de 140 cv se aproxime a su consumo mixto homologado (4,9 l/100 km), aunque unos finales y más reales 7,2 l/100 km sigue siendo una cifra muy razonable. Además, el consumo no lo es todo en la valoración del funcionamiento de un motor diésel; la rumorosidad importa tanto o más, y en el C-Max 2.0 TDCi de 140 cv y cambio manual, ésta es bajísima.
El motor diésel de 140 cv responde bien a las demandas de una mayor aceleración y en todo momento destaca por su suavidad sonora
El motor diésel de 140 cv responde bien a las demandas de una mayor aceleración y en todo momento destaca por su suavidad sonora