El monovolumen que marca la pauta
El mejor. Entre los monovolúmenes compactos nadie discute la supremacía del Ford S-Max, ya, como el resto de la gama, bajo el lenguaje Kinetic Design como punta de lanza de un diseño agresivo, más bajo que otros rivales directos Mazda 5, Renault Grand Scenic, Citroën C4 Picasso, Mitsubishi Grandis o Volkswagen Touran- y con una capacidad de modulación extraordinaria que le concede un carácter familiar indiscutible, porque no siempre acarrear con siete plazas y un enorme maletero están reñidos con la emoción al volante y una figura estilosa que deja asombrados a todo cristiano a su paso. Desde luego que los nuevos diseños de la firma estadounidense son la primera muestra de calidad, para después extenderse a un habitáculo con materiales y acabados de gran apariencia, que se completan con un equipamiento que gana muchos puntos respecto al modelo que sucede, de 2006.
a favorDeportivo sin renunciar al confortCalidad interior y buenos materialesEquipamiento de serie
Los argumentos son sólidos, y más con la unidad de prueba que nos ha acompañado durante una semana, el nuevo motor 2.0 SCTi de 203 cv Titanium S Powershift, un verdadero artilugio que por su comportamiento dinámico recuerda más a una poderosa y ágil berlina que a un monovolumen, siempre más torpe en el cambio de apoyos. En fin que si a esto le agregamos que la dotación básica en elementos de seguridad y confort es más que respetable, su puesto de conducción nos ha fascinado y el conjunto chasis-dirección-frenos nos ha transmitido una solidez y aplomo mayúsculos, apostamos por el S-Max para las familias numerosas. Eso sí, cuidado con las dos plazas de la tercera hilera de asientos (configuración 2+3+2), que dejan muy recortado el maletero y no son de lo más cómodas para viajes largos, sobre todo para personas adultas.
A medio camino del C-Max y del Galaxy, este S-Max, producido en la fábrica belga de Gante, donde también se ensambla el Mondeo, parte de una versión de acceso de 28.800 euros (2.0 litros gasolina de 145 cv) hasta los 37.650 euros de nuestra privilegiada versión, que únicamente está disponible con el acabado tope, el Titanium S, por encima del Titanium y Trend. Además de incluir de serie elementos que en las otras aparecen como extras no muy costosos-, el Titanium S acerca la carrocería del S-Max al suelo y endurece las suspensiones, aportando una dosis de deportividad única en el mercado de los monovolúmenes. Ford se ha superado, y ha logrado evolucionar aún más su S-Max.
En el apartado de diseño, el monovolumen sorprende por la nueva concepción de su frontal, dotado de un mayor dinamismo y deportividad, gracias a su nuevo capó y a los importantes retoques en la parrilla trapezoidal, que crece en tamaño, aumentando las dimensiones del paragolpes, que, con un pequeño spoiler delantero y un chasis casi fundido al asfalto, concibe al conjunto una importante dosis de agresividad gestual. Además, con nuestro acabado Titanium S el S-Max monta de serie una tira de diodos de LED con función de alumbrado diurno, incrustados en unas aperturas laterales de refrigeración, por debajo de unos grupos ópticos rasgados. Además, lateralmente, llama la atención unos pasos de ruedas más grandes, concebidos, los delanteros, bajo una branquias de tiburón para refrigerar mejor los frenos. Con una línea de techo que desciende, describiendo una figura estilosa, hacia la zaga, ésta también recibe mejoras, como un nuevo portón que integra pilotos traseros de LED que se extienden hacia las aletas laterales. Por último, a nivel de diseño, destacamos una moldura cromada que une ambos grupos ópticos, haciendo hincapié en el logo de Ford. Una bonita figura, en definitiva.
Cuidado que las mejoras no se frenan aquí. La calidad del habitáculo es extraordinaria. Ya lo era antes, pero ahora los materiales están más acorde con lo que se paga, con una abundancia de plásticos acolchados por todo el salpicadero, consola central y paneles de las puertas de gran aspecto. Hemos agradecido, y de qué manera, la cantidad de huecos por toda la cabina para depositar diferentes objetos. La cuidadosa elección de nuevos colores y tapicerías le acercan al lujo de mercas Premium, cubriendo los gustos de todos los clientes, como por ejemplo la gran deportividad que rezuman los relojes de instrumentalización, de última generación.
La configuración del S-Max puede ser de cinco o siete plazas (2+3+2). La funcionalidad y modalidad como pilares. No se pueden extraer los asientos, sino que se abaten completamente, tanto los de la segunda como los de la tercera fila, para dejar una superficie completamente plana que concede una capacidad de carga tope de 2.100 litros. Si elegimos el modelo de cinco plazas o abatimos la tercera fila de asientos en el siete plazas, se nos queda un maletero de 854 litros. Cuidado si adquirimos el S-Max con la intención de ir siete pasajeros: los dos últimos pasajeros no irán excesivamente cómodos, salvo que sean niños, y el maletero se nos queda muy, muy reducido. La carga por el portón trasero también se ha hecho más fácil gracias a una nueva luz de cortesía montada en el panel interior del portón que se ilumina cuando éste se abre. Fuera de estos matices, nos gratificamos de comprobar el enorme espacio que tienen los pasajeros de la segunda hilera de asientos, que pueden ir con las piernas perfectamente estiradas.
Pasando a la posición de conducción, lo primero que notaremos es que vamos a una altura importante, dejando algo justo la altura libre hasta el techo para personas de talla alta. Sin embargo, el conductor se encontrará con todo a mano, un volante de cuatro radios, recubierto en cuero y material cromado a juego con los asideros de las puertas-, con mandos multifunción. Los asientos, combinando cuero con Alcantara, son de alta calidad, con una sujeción lateral extraordinaria, y que en las versiones más equipadas cuentan con calefacción y ventilación. La visibilidad delantera, con un pilar A bastante fino, es suficiente.
La dotación básica a nivel de seguridad cuenta con todo lo en la actualidad se espera de un vehículo familiar de gama alta, con controles electrónicos de estabilidad, tracción, antibloqueo de frenos o siete airbags, incluido un airbag de rodillas para el conductor. Con nuestro acabado, además, contamos de serie con un sistema de aviso en adelantamientos que advierte de la presencia de vehículos en paralelo cuando se pretende realizar un cambio de carril, encendiéndose una luz en los retrovisores cuando hay otro vehículo en el ángulo muerto, y que en caso de detectar el inicio de una maniobra con peligro de colisión, la luz parpadea. Por supuesto, contamos en nuestra unidad de prueba con los siempre interesantes faros bi-xenón con antiniebla que giran hasta 12 grados para alumbrar en curvas, el sistema de control de crucero adaptativo, capaz de mantener la distancia con el coche precedente incluso si este frena, o un limitador de velocidad fijada por el propio conductor a través de los mandos del volante.
Un pedazo de motor de 203 cv
Vaya pedazo de motor que ha estrenado Ford en su S-Max; este 2.0 Ecoboost SCTi de 203 cv a las 6.000 rpm, asociado a una transmisión automática de doble embrague y con seis posiciones prefijadas manejadas desde la propia palanca de cambios. Las prestaciones son extraordinarias, no existe en el mercado de monovolúmenes un coche con su raza y sus reacciones, ágil, potente y siempre bien apoyado. Su tacto de dirección es otro de sus puntos fuertes, transmitiendo en todo momento nuestras órdenes. Su funcionamiento es suave, aunque cuando se acelera el ruido se deja notar en la cabina, y eso que su aceleración es progresiva, lineal, sin brusquedades.
Rodar con este motor a un ritmo alto no es problema. Siempre responde, con una fuerza importante a bajo régimen –300 Nm a 1.750 rpm-, para, en total, conceder unas prestaciones que nos dejan boquiabiertos: 221 km/h de velocidad punta y una aceleración de 0-100 de 8,5 segundos, para un aparato que pesa 1.676 kg.
Según datos oficiales facilitados por Ford, el S-Max 2.0 Ecoboost tiene un consumo medio en condiciones de homologación de 8,1 l/100 km, que es muy bajo en relación a otros vehículos de su tipo y potencia.
Agradable como resulta el cambio automático de doble embrague, que siempre engrana en el momento oportuno una velocidad con otra superior, sí que hemos notado una pega: que del modo D al S (Sport) apenas notamos diferencias, algo típico en este tipo de transmisiones, por lo menos las del grupo VAG. En este caso, el motor apenas se lleva a un régimen más alto, ni se endurece la dirección o se ablanda el pedal del acelerador. Parece que a los chicos de Ford con el endurecimiento global de las suspensiones y los 203 caballitos ya se quedaron satisfechos.