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Con el XLR llega un nuevo miembro al selecto grupo de los descapotables con techo duro retráctil que siempre ha encabezado el SL.
Han sido cuatro años de ‘oligopolio’ por parte de Mercedes y Lexus. Años en los que ambas marcas, alemana y nipona, se han repartido el 100% de las ventas de un segmento tan sólo representado por dos de sus modelos, el Mercedes SL y el Lexus SC. Y es que ellas eran las únicas firmas que ofrecían dos grandes biplazas con techo duro retráctil hasta la fecha.
Han sido cuatro años de ‘oligopolio’ por parte de Mercedes y Lexus. Años en los que ambas marcas, alemana y nipona, se han repartido el 100% de las ventas de un segmento tan sólo representado por dos de sus modelos, el Mercedes SL y el Lexus SC. Y es que ellas eran las únicas firmas que ofrecían dos grandes biplazas con techo duro retráctil hasta la fecha.
p>Y decimos esto porque acaba de irrumpir desde EEUU un nuevo rival, uno de ésos que llegan con sigilo pero con ganas de dar guerra y de, por supuesto, robarle ventas a Mercedes y Lexus. Huelga decir que la gran baza del recién llegado XLR es la exclusividad, no sólo porque acaba de aterrizar en los concesionarios, sino porque las ‘abultadas’ ventas de su homólogo alemán han hecho que este último llegue a ser demasiado ‘común’ en determinados ambientes. De ahí que, según pudimos comprobar durante la prueba, el XLR le robe miradas al SL.
p> Diferencias notables
Dejando de lado el diseño, que no deja de ser subjetivo, pasamos al habitáculo. En este apartado, las diferencias tanto en calidad de acabado y materiales como en ajustes son más que notables a favor del Mercedes. Cuero, costuras, botonería, detalles la superioridad del alemán es incuestionable. Lo que más nos ha gustado en el XLR es que el mecanismo de la capota eléctrica es más discreto, pues en el SL queda parcialmente a la vista. La estanqueidad de la capota y la sonoridad del habitáculo es muy similar en sendos modelos, al igual que las turbulencias generadas al ir descapotados. No estaría de más incorporar en ambos un cortavientos en los arcos antivuelco.
Dejando de lado el diseño, que no deja de ser subjetivo, pasamos al habitáculo. En este apartado, las diferencias tanto en calidad de acabado y materiales como en ajustes son más que notables a favor del Mercedes. Cuero, costuras, botonería, detalles la superioridad del alemán es incuestionable. Lo que más nos ha gustado en el XLR es que el mecanismo de la capota eléctrica es más discreto, pues en el SL queda parcialmente a la vista. La estanqueidad de la capota y la sonoridad del habitáculo es muy similar en sendos modelos, al igual que las turbulencias generadas al ir descapotados. No estaría de más incorporar en ambos un cortavientos en los arcos antivuelco.
p>Bajo el capó, XLR y SL recurren a la suavidad de las mecánicas V8 -única disponible en el americano-. Éste, que a pesar de su inferior cilindrada es más potente y rápido que su rival, se muestra más perezoso en la zona baja del cuentarrevoluciones, aunque a medida que se acerca a la zona roja gana brío. El de la estrella, por otra parte, parece estar más lleno de potencia, sobre todo desde bajas vueltas, algo lógico si observamos su cifra de par. También ayuda su cambio 7G-Tronic, que sin ser ningún prodigio en rapidez casa a las mil maravillas con la filosofía de esta versión.
p>En contrapunto, el cambio de cinco velocidades del XLR es más ‘tranquilo’. En ningún momento se puede negar los genes norteamericanos del modelo: tacto de pedales, dirección y, sobre todo, tarado de suspensión están claramente pensados para las carreteras de dicho país. De ahí que al sacarle de su hábitat natural -la autopista- sus limitaciones sean más que evidentes. Es una pena que el Cadillac no disponga, como el Mercedes, de distintos programas de suspensión.
p>Pese a ser más caro y ‘estar más visto’, la balanza cae del lado del SL, no sólo por cualidades dinámicas sino también porque tecnológicamente es mucho más avanzado. De ahí que pagar los 11.000 euros de diferencia esté más que justificado.
p>David Fdez. Escalante (Car and Driver)