Descapotables

1) El ruido: cualquiera que haya conducido o viajado en un coche descapotable, habrá comprobado que mantener una conversación con los otros pasajeros es una tarea complicada, sobre todo al salir a carretera. Las turbulencias generadas en el habitáculo o el alto grado de molestia al pasar por túneles, donde el ruido generado por el resto de vehículos rebota en las paredes creando una sensación de taponamiento de los oídos, es poco gratificante.
2) Las temperaturas: los cabrio son coches que lucen y brillan con la salida del sol. Pero, ojo, un cabrio en pleno verano con temperaturas superiores a 30 grados es preferible conducirlo techado: el sol puede provocar quemaduras y sensación de malestar por culpa de una insolación si la exposición es muy prolongada.
3) La lluvia: en mitad de una tormenta de verano, o en la agradable pero impredecible primavera, a qué conductor asiduo a los descapotables no le ha caído un buena tromba de agua encima. Antaño, la mayor parte de descapotables, especialmente los roadster (techo de lona) se cubrían y descubrían manualmente. En la actualidad, la mayoría de los cabrios con capota textil como los de techo duro retráctil incluyen un mecanismo de accionamiento automático que en algunos casos incluso te permiten realizar la maniobra en movimiento (a velocidades nunca superiores a 50 km/h).
4) Las averías del techo: precisamente esta mecanización sufrida en los sistemas de descapotado aumenta potencialmente las posibilidades de una avería del mecanismo (un pequeño motor que normalmente va en la parte trasera), conllevando una reparación que precisamente barata no es.
5) Sobreprecio: muchas de las carrocerías cabrio que actualmente se venden en el mercado derivan de modelos cerrados (coupé). Y asumiendo su enfoque lúdico (capricho podrán llamarlo alguno), la compra de un descapotable supone un notable sobreprecio en relación a las carrocerías cerradas de las que emanan como consecuencia de la estructura específica montada para articular el techo (de lona o duro) retráctil. Por poner un ejemplo, un Serie 6 Cabrio a igualdad de motor y acabado es 10.000 euros más caro que un Serie 6 Coupé.
6) Sobrepeso: la  estructura que  incorpora un descapotable con techo duro retráctil incrementa el peso del coche y disminuye su rigidez torsional, perjudicando por norma general su eficacia dinámica. De ahí, la fama de coche lúdico que históricamente han arrastrado. También es justo reconocer que algunos roadster de configuración clásica, tipo Mazda MX-5, con capota de lona, biplaza, a propulsión y con un centro de gravedad realmente bajo, ofrecen unas aptitudes dinámicas sobresalientes.
7) Rango de utilización: un descapotable, a la postre, tiene una satisfacción alta en su conducción a cielo abierto con temperaturas templadas, suaves o agradables, y por supuesto sin lluvia y con poco viento como comentábamos en el segundo punto. En otras palabras, el rango de utilización de un descapotable se acorta: en verano por el calor extremo en las horas centrales del día; en invierno la lluvia y el frío imposibilitan descapotarlo (incluso con los asientos de piel calefactados); y en las estaciones intermedias (primavera y otoño) hay que tener suerte con el día elegido para su conducción.
8) Robos: la categoría ha mejorado un mundo en este apartado. Las viejas y desmontables manualmente capotas de lona eran un caramelo a la puerta del colegio incluso para los ladrones menos experimentados. En la actualidad, los techos duros retráctil (los denominados Convertibles) anulan esta posibilidad, mientras que las capotas de lona (con mayor número de capas de textil y más y mejores puntos de anclaje) mitigan, sólo mitigan, los robos.
9) Olores: cuando se presenta un olor inesperado -un camión de la basura recogiendo las cenas de la noche anterior o pasar por una inoportuna depuradora pegada a la carretera-, por mucho sistema de accionamiento automático de la capota que incorporemos, será imposible capotar nuestro descapotable e irremediablemente sufriremos el nauseabundo olor del exterior.
10) Velocidad de accionamiento del techo: en relación al punto anterior, está la velocidad de accionamiento del techo. Por suerte ya quedan muy pocos descapotables –alguno queda con capota de lona- que haya que retirar o montar el techo textil manualmente; por suerte, cada vez hay más descapotables en los que esta acción está motorizada, aunque no ofrecen la posibilidad de realizarla en movimiento, teniendo que detener completamente el vehículo; por suerte, cada vez hay más descapotables que sí que permiten realizar la maniobra en movimiento (eso sí, a velocidades urbanas, no superiores a 50 km/h); y por desgracia, ni en el mejor de los casos, la velocidad de accionamiento del techo es todo lo rápida que desearíamos en las circunstancias comentadas en el punto número 9.

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