Mazda3 2.2 CRTD vs VW Golf GTD

Dos leones con distinto pelo

Dos compactos santo y seña de sus respectivas marcas, cargando con motores diésel sobrealimentados, frente a frente. El poderío japonés contra la tecnología alemana. Un hito como es el Volkswagen Golf GTD, derivado de la sexta generación del mítico Golf GTI, contra el novedoso y poderoso (a veces incontrolable) Mazda3 2.2 CRTD, con 15 cv más a sus espaldas que su contrincante (185 cv por 170 cv) y un precio de casi 4.000 euros menos. Con estos dos primeros datos, podemos dictar un veredicto rápidamente, pero hay que adentrarse un poco más en ambas unidades para tomar un juicio de valor de lo que tenemos ante nosotros.
Las carrocerías de ambas unidades ya se distinguen a primera vista, los 4,49 metros de longitud del Mazda frente a los 4,20 m del Volkswagen, con formas más redondeadas tanto en su frontal como en la zaga. Por su parte, el compacto japonés destaca por sus trazos más angulados, agresivos y fluidos, que aportan una dosis de mayor deportividad. A pesar de los centímetros de eslora, el maletero del Golf es mayor que el de su rival: 350 litros por 340. Y aunque en ambos modelos los pasajeros traseros se recomienda mejor dos que tres- van a viajar cómodamente, en el modelo alemán se va más amplio de piernas y, sobre todo, de altura, debido a la estilizada figura coupé del Mazda3, que penaliza algo la altura libre hasta el techo.
Más discreto en sus líneas el Golf, el Mazda3 ofrece un rango de mayor dinamismo en todas sus líneas. Así nos encontramos con una ergonomía interior extraordinaria, con multitud de huecos y compartimentos a nuestra disposición. Los ajustes del volante y asientos son aceptables en el Mazda y brillantes en el Golf, cuyo carácter burgués se deja notar en el puesto de conducción, donde nos encontraremos más holgados, cómodos y sujetos que en un Mazda3 donde los conductores de talla media-alta irán con la cabeza prácticamente pegada el parabrisas.
Interiormente, el compacto de Mazda ha evolucionado hacia una imagen más sofisticada y deportiva. Los materiales son de primera calidad. La sensación global que desprende el habitáculo es de confortabilidad, con los relojes iluminados en rojo y azul, otorgando una impresión de deportividad bestial. Todo queda bien resuelto, aunque se sigue quedando sensiblemente corto al lado de las marcas alemanas.
A nivel de equipamiento, el Golf ofrece de serie asientos específicos, volante deportivo de cuero achatado en su parte inferior, pedales de aluminio, paragolpes y spoilers específico, doble salida de escape cromada, llantas de aleación con neumáticos 225/45/ ZR17, faros bixenón direccionables con lavafaros, luz diurna, suspensión deportiva, diferencial electrónico XD, airbag de rodillas o los reposacabezas delanteros activos. No está nada mal, como siempre, los alemanes cuidando los pequeños detalles. Por su parte, la dotación de serie del Mazda3 consiste en volante deportivo multifunción, sistema de navegación, conexión para teléfonos móviles bluetooth, faros delanteros bixenón, alerón trasero, neumáticos 205/50 WR 7,0×17”, todos los controles electrónicos de ayuda a la conducción, 6 airbags, reposacabezas activos, preparción Isofix Quizás en equipamiento el Golf sea levemente superior, aunque también hay que tener en cuenta los 4.000 euros extras que pagamos por él respecto al compacto japonés.

El Mazda, agresivo; el Golf, aburguesado

El motor de 2.2 litros del Mazda contra el dos litros TDI de Volkswagen de toda la vida. Los 185 cv de la unidad japonesa contra los 170 cv del compacto germano. A pesar de equipar un motor más grande y de desarrollar más caballos, las prestaciones del Mazda son menores que las del Golf: 213 km/h contra 222 km/h; 8,2 segundos de 0-100 contra 8,1. Pero la radicalidad dinámica del Mazda rebasa por todos los lados a las de su competidor: son 400 Nm contra 350. Nos colocamos al volante del ‘nipón’ y de inmediato nos percatamos de que es un coche agresivo, incluso, en algunas situaciones, difícil de domar, ya que la configuración de su chasis es poco confortable, con un tarado de suspensiones más bien duro, dificultando la absorción de irregularidades en el asfalto. Además, a la hora de entrar en curva, al igual que sucede con su hermano mayor, el MPS, este Mazda3 tiende a subvirar antes de que el ESP entre en funcionamiento.

En el Golf GTD todo resulta más controlable, al mismo tiempo que confortable. Con un chasis ágil y una dirección brillantemente precisa, el recorrido de las suspensiones es mayor, son menos duras, absorben mejor los obstáculos, y permiten aunar deportividad con comodidad, dependiendo de las situaciones. El tarado de la amortiguación aunque es tirando a duro, no es radical como en el caso del Mazda3. La sensación de aplomo y tranquilidad que transmite el Golf GTD es mucho mayor que la de su rival, sobre todo en carreteras viradas, donde una dirección la del compacto japonés- demasiado blanda nos obliga a corregir la trazada en más de una ocasión. Los discos de frenos del Mazda son de 300 mm, por los 312 mm del Volkswagen, que se fatigan menos en trazados más exigentes.
Por el contrario, el propulsor diésel del Mazda resulta más suave y ligero y funciona de forma más decente, casi insonora. Tanto a bajas como a altas velocidades, el turbo del motor japonés se deja notar antes, sacándonos de cualquier apuro con más agilidad que su rival. Esta situación provoca que los consumos mixtos sean mayores también: de 7,4 l/100 km, mientras que en el modelo alemán este registro disminuye en cuatro décimas, hasta los 7 l/100 km.
Con equipamientos similares, un precio de 4.000 menos y un motor salvaje, el Mazda3 2.2 Sportive es el talón de Aquiles del Golf GTD en el segmento de los compactos diésel sobrealimentados. El motor japonés es apasionante, suave, emocionante, con una potencia descarada, a veces incluso fuera de nuestro control; y todo, con un consumo que se mantiene bastante contenido. En el trabajo de chasis, los alemanes sí que toman la delantera, con una unidad más aburguesada, donde los controles entran en acción antes de que la situación se nos vaya de las manos. El motor, sin embargo, es muchísimo más ruidoso, más bronco, seguramente como resultado de una salida de escape más apretada.

Por fuera, -para gustos los colores-, la sensación de deportividad que transmite el Mazda3 es muy superior a la de su rival ese alerón, ese spoiler delantero-, y además por dentro es un coche que está perfectamente acabado y ajustado, con una sensación tanto al tacto como a la vista notable. Aunque en este terreno, la excelencia y lo superlativo es cosa del Golf, al que no se le escapa ni el más mínimo detalle. ¿Lo ideal? El motor y el aspecto exterior del Mazda con la configuración interna del Golf, que nos sigue pareciendo un coche sensiblemente caro para lo que ofrece.

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