Skoda Yeti 2.0 TDI

Seguimos a cuestas con la guerra abierta que las marcas mantienen por liderar el goloso segmento de los SUV, donde Skoda asoma por primera vez con el Yeti, que destaca por sus dimensiones contenidas, un comportamiento más que admisible y un interior práctico y de calidad, para un precio final, que, en la unidad probada un 2.0 TDI de 140 CV, asciende a los 30.070 euros, convirtiéndose en una de las revelaciones del mercado otoñal.

a favorComportamiento notableHabitabilidadTracción totalen contraConducción ‘off road’Diseño exteriorEquipamiento de serie
Más compacto que el resto de sus rivales, el Peugeot 3008, el Ford Kuga, el Volkswagen Tiguan y claro está, el radiante Nissan Qashqai, el Yeti tiene una longitud de 4,20 metros (casi idéntica al Roomster, el monovolumen de la firma checa). Sin embargo, una mayor anchura (1.80 m) y un fachada más campestre -con protectores bajo el suelo, paragolpes de plástico negro, barras de techo y unas suspensiones más elevadas- le otorgan ese toque de todoterreno, que, con una tracción 4×4 le dan un plus en la conducción off road, mejorable por lo que hemos podido comprobar.

Skoda, la firma checa olvidada dentro del grupo Volkswagen, se adentra de pleno en el terreno de los SUV compactos, tomando la plataforma del Octavia 4X4 y compartiendo configuraciones y mecánicas de su gemelo, el Tiguan, al que obviamente el grupo Volkswagen ha querido dotar de un mayor señorío que al Yeti. A la gente que se acerque a este modelo que lo hagan asumiendo que sus dimensiones son llamativas, de un coche robusto, de formas contundentes y un interior inmenso y versátil con capacidades de carga máximas de 1.760 litros.
Nos han decepcionado sus formas hay gente que las califica de originales-, excesivamente cuadriculadas, con una luna trasera rectilínea, sin gracia en su cintura, con la parrilla delantera clásica de la marca, es decir, con el ADN Skoda, restándole encanto en un vistazo por fuera a un modelo rudo y de aspecto guerrillero. Los grupos ópticos delanteros, redondos, con las luces diurnas incrustadas, y las antinieblas en la parte inferior, le otorgan cierta personalidad. Pero poco más. Respecto al concepto que apareció en el Salón de Ginebra de 2005, los cambios en el diseño exterior son mínimos.

Otra cosa es cuando nos subimos al Yeti, que radia elegancia, practicidad y versatilidad por los cuatro costados. Un ambiente magnífico. La calidad de los ajustes, materiales, la consola central con pantalla táctil y una generosa superficie acristalada le elevan a vehículo de categoría, próximo a marca premium si le sumamos los remates en madera o la tapicería de cuero; entonces, sería una unidad coqueta y señorial.
La amplitud y versatilidad, con una altura superlativa en el habitáculo, convierten al Yeti en uno de los vehículos más habitables del mercado. La posición de conducción es ergonómica, con todos los mandos al alcance y regulación en altura y profundidad del volante. Mientras, en las tres plazas traseras se incorporan lo que Skoda ha denominado sistema VarioFlex, que permite desplazar los asientos longitudinalmente para ganar espacio al maletero (405 litros sin abatir los asientos). Además, los respaldos también se pueden reclinar o abatir (en el central nos encontraremos con portavasos), e incluso, plegar o extraer las banquetas del habitáculo. Además, el maletero cuenta con prácticos ganchos para colgar objetos.
En un coche sin reductora, uno de los extras más preciados es la tecla mágica ‘off road’, que cambia por completo la configuración del Yeti cuando nos adentremos en terreno fangoso: 18 centímetros más alto, programa electrónico que actúa sobre acelerador, ABS, control de tracción y ESP. También se echan en falta ciertos elementos como el asistente de aparcamiento para un coche de tales dimensiones, faros bixenon adaptativos, sistema de ayuda de arranque en pendiente Son detalles que van sumando y sumando, y encareciendo el precio de un coche con muy buena pinta, que ni mucho menos es un capricho. Podemos concluir que el Yeti es más funcional y práctico que un Tiguan.
Lo primero que hay que comentar es la necesidad imperiosa de equipar al Yeti de tracción total, para garantizar un mayor agarre y sentir una mayor seguridad, de tal forma que la carrocería responda con ímpetu y sin vacilaciones en curvas rápidas. Junto con la caja de cambios manual de seis velocidades, confiere al SUV de Skoda un comportamiento dinámico y eficaz, con un recorrido y tarado de las suspensiones que no alterarán la comodidad de los ocupantes al atravesar terrenos complicados. Pero insistimos, a pesar de su peso (1.500 kilos) y las ayudas electrónicas, el Yeti no es un coche configurado para la conducción off road, aunque pueda salir airoso si no superamos los límites de la lógica.

Skoda incluye por primera vez el control electrónico de descenso, un sistema eficaz y muy intuitivo que se activa con el interruptor off road, regulándose automáticamente a velocidades comprendidas entre 2 y 30 km/h en pendientes superiores al 10%, sin necesidad de tocar freno o acelerador.
Ágil y dinámico, el Yeti responde con arrojo sobre asfalto gracias a su motor 2.0 TDI common-rail de 140 CV no es una mecánica nueva del grupo, por ejemplo su gemelo el Tiguan, la incorpora-, y un chasis perfectamente conseguido para transmitirnos bastante confianza junto a la precisa dirección- cuando afrontamos carreteras viradas a altas velocidades (190 km/h de punta y 9,9 segundos de 0-100 km/h para un consumo de 7,6 litros a los 100 km).
La alternativa del Yeti dentro de los SUV compacto es a tener muy en cuenta: práctico, versátil, funcional, de comportamiento notable, emocional, distinto. Pero no nos olvidemos de la feroz competencia del segmento. Del encarecimiento de la unidad a medida que vamos añadiendo elementos que no incorpora de serie. Y tampoco del esfuerzo, a nuestro juicio sin la recompensa esperada, de la marca por convertirle en un SUV de garantías fuera de asfalto.

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