María de Villota, embajadora de MINI

La velocidad ha estado siempre presente en la vida de María de Villota. La velocidad en la pista y la velocidad fuera de ella, donde María, desde el 3 de julio del año pasado, pilota su nueva vida a los mandos de un monoplaza que se llama Fortaleza y propulsado por un motor de origen Optimismo. Dos piezas, Fortaleza y Optimismo, que a De Villota la conducen a todo gas hacia su nueva meta: la gratitud a la vida por esquivar la muerte.
Aquella curva que el destino la preparó en el Aeródromo inglés de Duxford –María era la primera mujer española en subirse a un monoplaza como probadora de una escudería de Fórmula 1, Marussia-, la sacó de la trazada limpia, siempre por el sitio, que la conducía pasito a pasito –subcampeona de España en monoplazas, primera mujer en hacer la pole position en el campeonato Ferrari Challenge, primera mujer en participar en el campeonato mundial de turismos WTCC, en la Superleague Formula y en las 24 Horas de Daytona- hacia lo más alto del automovilismo profesional: ser, algún día, piloto oficial de la F1.De Villota ha ido derribando obstáculos, profesionales y personales, desde que con 16 años ganó su primera carrera de karting
Sin embargo, el sueño gripado de María ha dejado un poso en ella de mujer sensible y plena, concienciada más allá de lo que ocurre en el mundo de la competición. “Antes sólo miraba a través de la visera de un casco, y aunque dicen que con un ojo se pierde perspectiva, en mi caso ha sido al contrario; al quitarme el casco he visto la vida más grande”, comentó De Villota, embajadora de MINI, en un pequeño encuentro con Autocity, insistiendo en que en su etapa como piloto en activo daba importancia a “cosas insignificantes, encerrándote demasiado en una misma y en el automovilismo”.‘Al quitarme el casco, he visto la vida con más perspectiva, más grande’
De Villota, que en aquel accidente de Duxford entró en el hospital en coma y con su vida pendiendo de un hilo, vio cómo en un puñado de segundos –chocó frontalmente a 65 km/h contra la parte trasera del camión del equipo sobre un plano elevado a la altura de su casco- todo su proyecto vital giró 180 grados. “Cuando entras en el hospital como entré yo, después de salir del coma como si de un milagro se tratase, y ves a gente que necesita tu ayuda, y que además, no sienten la fuerza que recibí yo, estás obligada a olvidarte de los porqués de tu destino y ayudar”, recuerda.

CARGOS EN LA FIA Y EN LA RFEDA
Al salir del hospital, De Villota empezó a colaborar con diferentes instituciones, algunas ligadas con la seguridad vial que podían despertarla viejas pesadillas. “Al principio recibes correos duros, que mis familiares me decían que tuviese cuidado de leer porque me podía hundir emocionalmente, pero al final ha sido al revés, esos correos refuerzan mi idea de creer en el destino y ser positiva, porque hay mucha gente que necesita tu fuerza”, apunta De Villota, hoy alejada de los circuitos pero con una vida igual de frenética: es miembro de la Comisión de Pilotos de la FIA, embajadora de la Women in Motorsport Commision, vocal de la junta directiva de la RFEDA y colabora con la Fundación Ana Carolina Díez Mahou, centrada en la asistencia a niños con enfermedades neuromusculares mitocondriales.
De Villota, que habla de “curso de la vida”, “paciencia”, de la “sensación de sentirse pequeña”, un discurso muy alejado del utilizado por cualquier piloto profesional en activo, niega recelo alguno hacia el mundo del motor: “mi mundo, mi hábitat”, las palabras verbalizadas por María para referirse a un pasado, presente y futuro siempre ligado al automóvil. Y por eso su nuevo cargo de embajadora de MINI, un fabricante con raíces racing en la propia Fórmula 1, la pone a los mandos de un Mini Paceman Cooper S (184 cv). “El coche es una gozada. Cuando me subí a él, de repente, volví a sentir algo especial, la esencia de la María de siempre, que nada había cambiado. Voy mucho más despacio, pero sigo siendo yo. Con un coche como éste, que tiene un comportamiento tan ágil, casi de kart, como nos gusta a los apasionados del motor, con una dirección tan viva, y unos buenos caballos, es una buena forma de volver a sentirte piloto”, concluye.‘El coche es una gozada. Cuando me subí a él, de repente, volví a sentir algo especial, la esencia de la María de siempre, que nada había cambiado’

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